Ante la proximidad del feliz vigésimo quinto aniversario de la asunción de Tu honorable servicio episcopal, colmados de enorme alegría espiritual, con gran predisposición Te enviamos esta carta.

En verdad que cuando escribimos, Nuestro espíri­tu vuela y se dirige hacia Tí, Honorable Hermano, hacia el lejano país de Lituania, hacia la famosa nación de ese país, que por su fe cristiana Nos resulta muy querida y extraordinariamente reconocida por la Sede Apostólica, de la cual provienes Tú, en la cual hasta el presente has vivido y sigues viviendo actualmente. Nos parece que Nosotros, escribiéndote esta carta, estaríamos Contigo y Te hablásemos y festejáramos la agradabilísima festividad que ya se aproxima.

Que lleguen hasta Tí los más agradables deseos, que surgen de Nuestro corazón, y las mejores expresiones de felicitación. También Te sea expresa­da la consideración que Te has hecho merecedor, que Te enviamos de todo corazón por la integridad de Tu fe, la constancia pastoral, las propiedades espirituales e intelectuales y los destacables méritos, que has ganado cumpliendo las obligaciones del sagrado servicio, preocupándote por la salvación de las almas de la gente. En la preparación de ese sagrado servicio y su consecuente cumplimiento, has dispensado casi toda Tu existencia, siguiendo las luminosas huellas de esos hombres que vivieron en el pasado, que procurando la mayor gloria de Dios y en beneficio de la Iglesia Católica, denodada y consecuentemente laboraron y reconocieron admirablemente a Nuestro Señor Jesu­cristo con palabras y con hechos.

Tras cursar la escuela primaria en la aldea natal de Miciunai, primeramente obtuviste la educación secundaria en Vilnius, en el gimnasium de Vytautas el Grande, posteriormente estudiaste las ciencias de la filosofía y teología en la Universidad de esa misma ciudad. Al ser consagrado sacerdote en 1936, fuiste enviado a Gardinas (Grodno) con las funciones de capellán de la escuela y profesor de religión. Al cabo de tres años, fuiste designado cura párroco de Paluse, Daugėliškis, Adutiškis y, conjuntamente, decano del decanato de Svencioniai. Ya en 1955, por solicitud ante la Sede Apostólica del obispo de Panevėžys Kazimieras Paltarokas, nuestro antecesor Pío XII, de gloriosa memoria, Te eligió obispo titular de Antara-co, designándote Auxiliar de ese mismo Pastor, y a su muerte, fuistes designado Administrador Apostólico, en primera instancia — de la diócesis de Panevėžys, y más tarde, de esa parte de la arquidiócesis que se encuentra en el territorio de Lituania.

He aquí, Honorable Hermano, los más impor­tantes momentos de Tu vida, que, omitiendo todos los demás, hemos querido mencionar especialmente. "Si contarais por años — es un tiempo breve, si por obras realizadas, — justipreciaréis una existencia" (Plinio Segundo, carta 4, 24,6).

En consecuencia, en este tan honroso día, cuando echas una mirada al camino transitado y recuerdas tu pasado, eleva la mirada hacia lo alto, sincera y justamente agradece al buen Dios por la profusa ayuda y gracia, con las cuales El Te reconfortara con largueza en las numerosos y considerables dificul­tades y cruces del sagrado servicio, para que Te tornaras en verdadero seguidor de Cristo y excelente Pastor.

Por consiguiente, recordando esa Su inconmensu­rable misericordia y benevolencia, alaba alegremente al Todopoderoso con la debida alabanza, alégrate en El y con la mayor de las confianzas entrégate en Sus manos, tal como lo dice el salmista: "Los que confían en Dios son como la montaña de Sión que no vacila, asentada por los siglos" (Salmo 124, 1).

Que Te ampare amorosamente la Santísima Virgen María, Madre de la Misericordia, a la cual la nación lituana recurre con especial devoción y veneración; que Cristo, quien "mediante su encarna­ción de cierto especial modo se ligó al destino de cada uno de los hombres" (Gaudium et Spes 22), con la potestad del Espíritu Santo Te ampare y Te colme de profusión de gracias celestiales.

Finalizando esta carta, no podemos dejar de aprovechar la oportunidad para saludar en el Señor a los fieles lituanos y exhortarlos paternalmente que, permaneciendo con sus obispos en estrecha unidad, permanentemente vivan "formados en la fe, fortale­cidos en la esperanza, unidos en el amor" (San Agustín, Serm. 127: p.s. 3 m, 1476), así como expresar­les, que son para Nosotros especialmente caros y amados, que los respetamos sumamente y que los amamos ardientemente con especialísima deferencia. Que sepan ellos, y asimismo sientan y estén convenci­dos, que el obispo de Roma — el sucesor de Pedro y el vicario de Cristo en la tierra — está y en el porvenir siempre estará, con todos ellos, dado que creemos, que lo que más corresponde al Supremo Pastor es el ocuparse especialmente de aquellos sus hijos, que viven en las más difíciles condiciones.

Además, para que este jubileo resulte fructífero y redentor para Tí, y también para Tus fieles, Te concedemos la facultad de suministrar, en el momen­to conveniente después de la celebración de la Solemne Misa, en Nuestro nombre y por Nuestra autoridad, la bendición con indulgencia plenaria a todos los asistentes a las solemnidades, guardando las ceremonias establecidas por la Iglesia y las fórmulas litúrgicas correspondientes.

Finalmente, como confirmación de las cuestiones expuestas más arriba y como demostración de amor fraterno hacia Tí sea esta Bendición Apostólica, que desde esta noble ciudad Te concedemos con singular amor, Honorable Hermano, así como a los demás obispos, sacerdotes, a las personas consagradas al servicio de Dios por sus votos — hombres y mujeres, y también a todo el pueblo de este amadísimo país. El Vaticano, 20 de agosto de 1980 en el Segundo Año de Nuestro Pontificado

Papa Juan Pablo II.

*   *    *

En enero de 1981 los sacerdotes y fieles de Lituania, conmemorando el vigésimo aniversario del destierro de S. E. el obispo Julijonas Steponavičius (fué desterrado el 18 de enero de 1961 sin condena judicial) rezaron por el obispo — desterrado y lo saludaron. He aquí el texto de saludo de un vilnense:

"Hemos concurrido para agradecerte a Vos y a Dios, porque El en tiempos de grandes pruebas para la Iglesia y la Nación Os ha confiado la dirección de nuestra diócesis. Aunque Vuestra Excelencia no se encuentra en Vilnius, pero en espíritu estáis junto con nosotros. ¡Qué gran ayuda es para nosotros, al observaros inquebrantable en las tormentas, invaria­ble en medio de las turbulencias del engaño y la falsía! No Os sedujeron las deslumbrantes promesas ni Os intimidaron las amenazas, sino que Os conver­tiste en faro, que pudo divisar no solamente el lituano sobre las riberas del Nemunas, sino también la totalidad del mundo.

Vos sois nuestro Jefe,

Vos sois nuestro Padre,

Vos sois la gloria de nuestra Nación y nuestra

    Iglesia.

¡Nosotros Os agradecemos!

¡Nosotros Os amamos!

¡Nosotros rogamos por Vos!

*   *    *

El 17 de abril de 1981 se cumplen 22 años en que S.E. el obispo Vincentas (Vicente) Sladkevičius sobrelleva los grilletes del destierro.

En 1959 el delegado del Soviet de Asuntos Religiosos, Rugienis, comunicó a S.E. el obispo V. Sladkevičius que, por disposición del Consejo de Ministros de la RSSL, debía trasladarse de Kaunas (ex capital provisional de Lituania. El T.) a Nemunė­lio Radviliškis (un apartado pueblo de Lituania. El T.). Inmediatamente la milicia lo eliminó de los registros de la ciudad de Kaunas, y el 17 de abril el obispo inició la existencia del exiliado.

Hace ya 22 años que S.E. el obispo Vincentas Slatkevicius se encuentra en el destierro sin dicta­men judicial.