En los años de postguerra, los órganos guberna­mentales obligaban a los sacerdotes de Lituania a firmar el siguiente documento producido por los comunistas:

"¡Nosotros condenamos y protestamos resuelta­mente!

El papa de Roma Pío XII emitió un decreto, que el 13 de julio de 1949 fué publicado por la llamada "Congregación de la Sacra Cancillería" del Vaticano, sobre la separación de la Iglesia Católica de los católico-comunistas y sus simpatizantes. El decreto prohibe a los católicos afiliarse al Partido Comunista, o cooperar con él, prohibe publicar, difundir y leer libros, periódicos y revistas comunistas, y también, escribir en ellos; a los católicos, incluidos en los actos especificados anteriormente, el decreto ordena no suministrarles la Comunión y demás sacramentos.

La aparición de un decreto similar a los del medioevo, al que condenan muy severamente ampli­as capas de católicos, testimonia sobre la preocupa­ción de la dirección de la Iglesia Católica, emanada de la separación de millones de católicos del curso reaccionario, que con tanta pasión proclama el Vaticano. Ellos reniegan de la política reaccionaria del Vaticano, de la política de apoyo de los agresivos planes imperialistas. Los trabajadores católicos de todo el mundo siempre más y más decididamente elevan su voz por la paz, contra la guerra; con lo cual se explica su asentimiento y colaboración con las organizaciones progresistas, que se alinean por la paz y el bienestar de las naciones, y antes de todo, con los partidos de los trabajadores y los comunistas, que marchan a la vanguardia de la lucha por la paz y la democracia.

El Vaticano espera fortalecer con amenazas y represiones su menguante influencia en la masa creyente.

Mediante su decreto, el Papa Pío XII proclamó su maldición sobre casi 1/3 de la humanidad. Según la real esencia de ese ordenamiento del Vaticano — habría que separar de la Iglesia Católica unos 70 millones de miembros de los sindicatos, y también 600millones de personas, cuyos delegados participaron junto con los comunistas en el congreso de partidarios de la paz. Además, el papa amenaza con la maldición a todo ciudadano de cualquier país, en cuyo gobierno estén los comunistas, por el cumplimiento de las órdenes de estos gobiernos.

La acción de Pío XII está lejos de ser ocasional. En el campo de la paz y la democracia la fuerza es: — la unidad, el aglutinamiento de las masas del pueblo, de todos los trabajadores del mundo, de los trabajadores, que rechazan y condenan los planes agresivos de los seguidores anglo-americanos. En el movimiento por la paz participa toda la gente progresista, hombres y mujeres, independientemente de sus predisposiciones políticas y sus convicciones religiosas.

Desunir el frente unido de los partidarios de la paz, deshacer la unión de las masas de trabajadores — es la finalidad de la reacción. Esta finalidad es la que ahora procura realizar el papa de Roma Pío XII.

El decreto del Vaticano — es un grosero menosca­bo de los sentimientos religiosos de la gente creyente. La decisión del Vaticano está dirigida contra aquellos que, en nombre de la libertad y la independencia, sobrellevaron sobre sus hombros las enormes dificul­tades de la lucha contra los bárbaros hitleristas.

Más aún, es por demás sabido que, digamos, con respecto al fascismo e hitlerismo, que cometieron los más sangrientos crímenes en la historia de la huma­nidad, el Vaticano mantuvo una posición de pleno asentimiento y tolerancia, en esencia aprobando plena y francamente. Por consiguiente, esta decisión es la que provoca entre los creyentes tan profunda indignación.

Las decisiones del Vaticano, al igual que el acuerdo del Atlántico Norte y otros actos de agresión política, defienden esas cuestiones de los propios centros imperialistas, quienes por su codicia, aprove­chamiento y deseos de conquistar a todo el mundo, buscan terreno para crear un nuevo incendio bélico. Por lo tanto, la decisión del Vaticano es reconocida por la gigantesca mayoría de los creyentes y de toda la comunidad de Europa, como un atentado al derecho de conciencia y una intentona para resucitar la tenebrosa práctica de las tendencias medioevales.

Nosotros, los sacerdotes de la RSS de Lituania, condenamos la política del Vaticano de fomento de una nueva guerra mundial, dirigida contra la gente de trabajo con el fin de ayudar a los imperialistas y grandes monopolistas.

Nosotros, los sacerdotes de Lituania, protestamos decididamente contra el decreto del papa Pío XII, mediante el cual Pió XII atrajo sobre la Iglesia Católica un inconcebible daño, y se clavó a sí mismo al poste de la vergüenza, como furibundo fomentador de la nueva guerra mundial. El diablo de la guerra, quien sabe cuando penetrado en la joven alma de Pío XII, no lo dejó en paz ni ahora, en la vejez.

Nosotros, los sacerdotes de la RSS de Lituania, llamamos a toda la gente católica y no católica, creyente y no creyente, sin exclusión de nacionalidad y raza, a unirse más firmemente en las filas del frente común de lucha contra la guerra, por la paz.

¡Qué viva la unidad de los trabajadores en la lucha contra los imperialistas y los aprovechadores! Año 1949.

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(La reacción de los sacerdotes):

He aquí como se comportó la mayoría de los sacerdotes, cuando fueron coaccionados para conde­nar injustamente al Papa:

El cura párroco de Rudiskis, P. Joñas Skardinskas, citado a Trakai por el presidente del Comité Ejecuti­vo y enterado del anteriormente presentado texto, manifestó así a los funcionarios presentes: "Vosotros, gente jóven, ignoráis las verdades fundamentales del catecismo. El Papa es la Cabeza de la Iglesia, el Representante de Cristo sobre la Tierra. Y vosotros me incitáis a mí, viejo sacerdote, a firmar un escrito condenando al Papa. Gente jóven, eso es muy feo. ¡No lo hagáis más!"

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El cura párroco de Valkininkai P. Pranas Bielaus-kas, citado por el presidente del Comité Ejecutivo, y enterado del motivo, pidió que el presidente leyera la nota que incitaban a firmar. Después, el P. Bielauskas pidió se le explicara, que significaba la frase "El diablo de la guerra, quien sabe cuando penetrado en la jóven alma de Pío XII, no lo dejó en paz ni ahora, en la vejez."

Tartamudeando, el presidente dijo que no sabía como explicarlo. Entonces el P. Bielauskas dijo: "Presidente, ambos somos inteligentes, gente instrui­da. Lo que hacemos, lo hacemos razonadamente, comprendiéndolo perfectamente. En esta nota existen cosas incomprensibles para nosotros. Di, ¿acaso una persona inteligente puede firmar un escrito, que no entiende plenamente? Por lo tanto, yo no he de firmar."

* *   *

El cura párroco de Sta. Teresa de Vilnius, P. Juozas Vaiciunas, luego de leer el escrito que le presentara B. Pusinis, Delegado del Soviet de Asuntos Religiosos, preguntó:

— Delegado, yo os considero un comunista-idea­lista. Yo soy un sacerdote idealista. Yo jamás osaría incitaros a vilipendiar al Partido o a Lenin. Y si Vos así lo hicierais, os escupiría en la cara. ¿Cómo osáis exigirme, que yo vilipendie a la Cabeza de la Iglesia, al Sucesor de Cristo? Jamás hubiera creído, que os rebajaríais a tanto.

El prelado P. Joñas Usila, que había sido Rector del Seminario Eclesiástico de Vilnius durante casi 40 años, fué citado, conjuntamente con el Can. J. Elertas, por el Delegado del Soviet de Asuntos Religiosos Br. Pusinis, para que firmaran la nota contra el Papa Pío XII. Incorporándose el prelado manifestó:

— Ministro, ocupando Vos un tal elevado cargo, os comportáis deshonestamente. Os atrevéis a ofrecer­nos que firmemos contra el Papa una nota redactada tan poco cultamente. ¿Cómo nos consideráis? Toda la vida he enseñado a los candidatos a sacerdotes y a los creyentes, a respetar el Santo Padre y obedecerle. Vos deseáis que yo, al final de mi existencia (el prelado estaba en los 80 años. — La Red.) denigre aquello que me es más preciado, lo que creía, amaba y proclamaba. Eso no será nunca. Nosotros, con toda resolución protestamos contra el vejamiento del Papa, Cabeza de la Iglesia, de la misma Iglesia y de los sacerdotes. Vosotros perseguís a la Iglesia, habéis escarnecido y clausurado nuestros bellos y preciados santuarios, habéis convertido en depósitos los monu­mentos de belleza y arte, habéis destruido los bienes eclesiales — órganos, objetos y vestimentas litúrgicas —, habéis convertido en materia prima las obras — libros teológicos de incalculable valor de las bibliote­cas del Seminario Eclesiástico y de la Universidad. No permitís el funcionamiento del Seminario Eclesiásti­co de Vilnius, clausurasteis los conventos, os apode­rasteis de sus edificios y todos sus bienes, dispersasteis a los monjes y las monjas, los obligáis a escribir notas condenando a los conventos, los dejasteis sin techo, sin trabajo, sin un bocado de pan: obligáis a espiar a los sacerdotes y a los creyentes, a ir en contra de su conciencia. Intentáis hacer explotar la Iglesia desde adentro, buscáis traidores entre los sacerdotes y los creyentes. Ellos pueden aparecer y existen en todos lados — no faltan tampoco entre vosotros. A los que se mantienen dentro de los principios católicos los calumniáis, los encerráis en cárceles o los hacináis en lagers. Sabedlo, con esos actos de terrorismo no arrancaréis la fe de nuestros corazones. Las cañas se moverán, se inclinarán, pero los robles persistirán y criarán nuevos brotes de roble, todavía más fuertes y más resistentes. La Iglesia sobrevivió muchas perse-cusiones. Ella salió de cada persecusión más pura y más fortalecida. Ella soporará honrosamente también esta oleada de terror. Vosotros, persiguiendo a la Iglesia, obtendréis resultados contraproducentes: nacerán nuevos héroes-mártires, que con su sangre lavarán las manchas de los débiles de voluntad y carreristas y ornarán a la Iglesia con la aureola del martirio, la fidelidad y el amor. Ellos no nos faltarán. Martirizaréis a unos, y su lugar lo ocuparán otros. No solamente en los primeros siglos del cristianismo la sangre cristiana era la semilla del crecimiento del cristianismo, puesto que ello continuamente se repite y se repetirá . . . Cualesquiera terribles y asqueantes métodos que empleéis, no eliminaréis la fe, pues la fe no es obra de los hombres, sino de Dios. Como es de eterno Dios, así es la fe. Desgraciados de Vosotros, que pretendéis luchar contra Dios. He terminado, ahora podéis detenerme."

Luego de expresarse de este modo, el prelado J. Usila salió junto con el Can. Elertas, dejando al Delegado con el deshonroso escrito entre sus manos.

Débese reconocer, que se encontró uno que otro sacerdote que firmó esta nota. Ellos fueron reconoci­dos como sacerdotes progresistas, "perfectamente entendedores del espíritu de la época".

Si los funcionarios soviéticos pudieron obligar a los sacerdotes de Lituania a que firmaran esta nota contra el Papa, entonces no cabe asombrarse, que en la actualidad ellos obliguen a los sacerdotes a viajar a las conferencias de los partidarios de la paz, o sino a los EEUU para propagar, que la Iglesia no es perseguida en Lituania. ¡Honor a aquellos que no se doblegan ante la coacción!

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INFORMACIÓN

El 19 de marzo de 1975 se cumplen 3 años desde que apareciera Crónica de la ICL. En tal oportunidad, deseamos agradecer sinceramente a todos aquellos que, de una u otra manera, han colaborado en la publicación de "Crónica". Que Dios los recompense a todos.