(La marcha de los amigos de la Eucaristía a Siluva anonada a los ateístas):

El 25 de agosto por la tarde en Tytuvenai aparecieron grupos juveniles, la mayoría entre 14 y 20 años. Sin alborotar, sin las interjecciones y empu­jones que en tales ocasiones nos tiene acostumbrados, la sonriente juventud "ocupó" todos los lugares libres techados de la población. Sin . sentirlo, casi sin advertirlo, la ciudad acumuló una masa de millares de jóvenes. Resulta interesante que los habitantes los recibieron gustosamente, alojándolos silenciosamente para que no fueran advertidos, en solidaridad con las intenciones de la juventud. La gente estimó que tales jóvenes no arruinarían las instalaciones, no se apoderarían de nada, no prenderían fuego al heno en los depósitos o graneros (fumando no se observó a uno tan solo).

Como presintiendo algo, en el centro de la ciudad permanecía sentado un funcionario uniformado, rodeado de algunos no uniformados, oteando celosa­mente, especialmente tratando de descubrir máqui­nas (automotores. El T.).

La hermosa iglesia, majestuosamente barroca, refaccionada a nuevo, de agradables colores diáfanos en los que predominan los acentos anaranjados y dorados, saludaba a todo el que penetraba en ella.

Durante la Santa Misa vespertina, cantó la Misa en latín un coro letón. Los jóvenes en la iglesia respondieron al unísono y claramente a todas las oraciones. Toda la concurrencia se levantó para la Santa Comunión y se arrodilló frente a la mesa del Señor.

Al día siguiente, con mucha anticipación a la tempranera Santa Misa, el templo se encontraba nuevamente repleto. Ya en uno, ya en otro lado de la iglesia, voces juveniles entonaban algún cántico, al que enseguida se sumaba toda la concurrencia.

Salidos de la iglesia, los jóvenes se formaron en filas de cuatro. Decidieron comportarse durante la marcha como si fuera en la iglesia: no conversar, no responder a las preguntas ajenas, entonar cánticos y orar. En muchas manos irisaban las flores, entre los dedos se veían los rosarios. Era una marcha en desagravio por las faltas propias y de los demás, por la acción de la templanza en la nación, por el renaci­miento juvenil.

Finalmente se escucharon las palabras de la oración, y se inició la marcha. En los momentos actuales, se mostraba grandiosa la marcha de millares de jóvenes en oración (aunque también se encontra­ban personas de mayor edad, empero dominaban los jóvenes). Aparecieron varios fotógrafos. ¿Quién conocía sus reales propósitos? Empero nadie giró sus cabezas ni ocultó su rostro: todos caminaban concen­trados, decididos, preparados a cualquier contingen­cia de los ateístas. Los habitantes de la ciudad, las vendedoras, formaban al borde de las veredas, junto a sus almacenes, tras las ventanas y con asombro observaban esa extraordinaria manifestación. Las primeras filas rápidamente chocaron con el presi­dente del Comité Ejecutivo de la ciudad, que a través de un megáfono vociferaba se dispersaran, pero las palabras de la oración sofocaron el megáfono, y al propio presidente sólo quedó el apartarse para no ser absorbido por las filas que proseguían la marcha. Automotores livianos unitarios flanqueaban a los manifestantes. Algunos se ofrecían llevar a los rendidos, a los lesionados, otros giraban a las callejuelas laterales, de las máquinas bajaban sus ocupantes y se colocaban junto a los habitantes lugareños allí estacionados. Unos se secaban las lágrimas, otros se incorporaban a los que marchaban. Había en todos los rostros un asombro, con atisbos de alegría e intranquilidad. ¿Es posible que Lituania se levante?!

    También un grisáceo "Volga" (marca de automóvil soviético. El T.) pasó lentamente, el que estaba ocupado por el ministro Mikalauskas con algunos guardias rojos. Por delante se presentó un autobús de la línea regular Kaunas — Tytuvėnai. Se detuvo, y sus pasajeros se unieron a la marcha.

En la capilla de Siluva la juventud se concentró en la oración, recordando las intenciones de la marcha. En la iglesia atendieron la Santa Misa oficiada por un sacerdote jóven y escucharon su homilía. Nueva­mente casi toda la concurrencia recibió la Santa Comunión.

Vueltos a la capilla después de la celebración religiosa, los representantes de los Amigosde la Eucaristía de varias ciudades transfirieron los rosari­os a los delegados de otras ciudades. (En Lituania siempre varias ciudades durante un mes entero diariamente rezan públicamente el rosario por las intenciones de los Amigos de la Eucaristía, y a fin de mes se congregan en Siluva para hacer entrega del testimonio a otras ciudades). Reconfortados en espíritu y plenos de decisión, los peregrinos se dispersaron a sus respectivos hogares.

Participantes unitarios de la marcha, en su regreso a casa, fueron cazados por los agentes de la KGB, llevados a la Seguridad donde se les interrogó acerca de quién había organizado esa marcha. Y esta fué organizada por el amor de Dios y en protesta contra los profusos males que tratan de imbuir los extraños.

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Como relata sus impresiones otra participante de la marcha.

Por iniciativa de los Amigos de la Eucaristía hace cinco años tuvo lugar la primera marcha de Tytuvė­nai a Siluva, de la que participaron unas 300 personas.

El 26 de agosto del presente año, en la tradicional Marcha de los Amigos de la Eucaristía se congregaron unas 1.000 personas, la mayoría de los cuales eran jóvenes.

Desde la iglesia de Tytuvenai nos dirigimos a Siluva (unos 7-8 Km.), marchando rezamos el rosario, los letanías y entonamos cánticos. Tras unas breves oraciones en la capilla, todos nos reunimos en la iglesia para la Santa Misa, que fué ofrendada por un sacerdote participante de la marcha.

La multitudinaria concurrencia estaba unida por una sola intención: suplicar el perdón al Cristo Eucarístico y a María por los pecados de la nación y rogarles que salven a Lituania del alcoholismo y la podredumbre moral, tal como antiguamente la habían librado del protestantismo.

A través de Lituania rueda una ola de resurgimien­to espiritual. Cada vez más gente jóven se levanta en lucha por los valores espirituales. Nosotros pedimos a María que ella, junto con Cristo, se coloquen al frente de este movimiento, que nos bendigan, nos concedan fuerzas e inteligencia en la desigual lucha. Solicita­mos su ayuda, al fomentar la vida espiritual de cada uno de nosotros, dado que el éxito de nuestra acción depende de nuestra predisposición interior, de la pureza de la intención. Las marchas a Siluva no son una demostración externa. Su valor depende de la sinceridad de nuestras oraciones, de aquello cuanto estaremos preparados para utilizar la gracia del Señor.

El sacerdote participante de la marcha nos instó a luchar contra el peor mal de nuestro siglo: el alcohol, promovedor de muchas otras calamidades. Esta lucha puede exigir grandes y dolorosos sacrificios, empero ello no debe disminuir el denuedo.

Terminó el oficio religioso, resonaron las últimas palabras del himno ,,María, María". A los pies de María quedaron depositadas nuestras flores, nuestros sueños y nuestras decisiones.

Pero la marcha no finalizó. Solamente ha comen­zado. Nosotros nos dispersamos a través de Lituania portando una enorme ilusión: luchar por nuestro propio progreso espiritual, luchar contra el mayor de los enemigos: el alcoholismo. Que crezca en la templanza y la moral la jóven generación de

Lituania, fiel a Cristo y a María. Serán las más hermosas flores a los pies de Señor.

Y cuando nos resulte dificultoso, cuando nos cansemos, cuando comience a tentarnos el desviarnos por un camino más fácil, nuestra bondadosa Madre nos apartará de los senderos equivocados, nos otorgará fuerzas para permanecer al frente de este hermoso movimiento.

S. B-ne

(Del „Rūpintojėlis", No. 10)

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