(Crónica de la ICL informa verazmente):

En el transcurso de siete años, "Crónica de la ICL" ha fijado una infinidad de hechos de como son vejados los creyentes de Lituania y de como en esta tenebrosa labor de ateización nacional, son colocados en primer plano nuestros compatriotas: funcionarios, partidarios, maestros, y, a veces, hasta los eclesiásti eos. Hay quien asevera que los hechos de Crónica pueden inducir al error al lector, especialmente al que vive lejos de nuestra Patria, como si los mayores culpables de la persecución de los creyentes en Lituania fueran justamente estos funcionarios, maestros e individuos similares a ellos. Algo semejante desea imbuir a la comunidad de Lituania y del mundo la propaganda soviética — los creyentes de Lituania no están perseguidos, sino que solamente se manifiestan ciertos descomedimientos individuales de funcionari­os y maestros!

"Crónica de la ICL" es como si fuera un aparato fotográfico que fija fielmente, en la medida que resulta posible para las fuerzas humanas dentro de las condiciones soviéticas, los hechos y siempre ha estado convencida de que el lector conciente llegará exactamente a las mismas conclusiones: no existirían los traidores, si no existieran aquellos que compran la traición.

El inicio de la desgracia de la Iglesia Católica de Lituania débese buscar hace 40 años, cuando el 23 de agosto de 1939 Stalin e Hitler se repartían las esferas de influencia, y Lituania fué vendida a Rusia soviética. Hasta tanto Lituania continúe ocupada, entonces los creyentes carecerán de libertad, enton­ces seguirá habiendo connacionales que, por un plato de lentejas de Esaú, colaborarán con los ocupantes para perseguir a sus hermanos. Por lo tanto, "Crónica de la ICL" se solidariza con la exigencia de los 45 bálticos enviada a la ONU y a las naciones firmantes del Acta Final de Helsinki, para que se condene el vergonzoso acuerdo Molotov-Ribentrop y se exija la liquidación de los resultados de dicho acuerdo.

EN VEZ DE LA ESPERANZA — EL TEMOR

(Condena de las condescendencias a los ateistas):

A raíz del fallecimiento del Obispo Juozas Matulaitis-Labukas, Administrador Apostólico de la aiquidiócesis de Kaunas y de la diócesis de Vilkavi­škis, advino el Obispo Liudas Povilonis. La mayoría de los sacerdotes y fieles, que habían escuchado las valientes palabras de las alocuciones del Obispo L. Povilonis, alimentaron la esperanza de que él, al asumir la Catedral de la Arquidiócesis de Kaunas, aoriría una luminosa página en la historia de la Iglesia Católica, de que se pondría fin a la política de capitulación de los Ordinarios. Esto, según parece, también lo terne el gobierno soviético, a quien le resulta aceptable solamente aquel Ordinario que, sin protestar, ejecuta todas sus órdenes. Las correspon­dientes instituciones gubernamentales, chantajearon desde los mismos comienzos de tal manera al Obispo Povilonis, seguramente amenazándolo con impedirle la asunción de sus funciones pastorales, por lo cual él en el transcurso de pocos meses produjo muchísimas cecisiones y sumamente dolórosas. Fueran promovidos y se procuró promover toda una serie de sacerdotes, entre los que se pueden hallar hasta abiertoes colaboradores de la KGB, y otros comprometidos moralmente a los ojos del pueblo creyente y carentes de espíritu sacerdotal, muy convenientes en la mesa de los convites, y no para luchar por los asuntos de la Iglesia.

Estas designaciones ya bastaron para disipar las ilusiones de los sacerdotes; está claro para todos que se trata de una capitulación frente a la KGB y el Soviet de Asuntos Religiosos. Crónica no se atreve a condenar, pues conoce todas las circunstancias dentro de las cuales les cabe gobernar las diócesis a los Ordinarios de Lituania, empero junto con la totalidad del clero y el pueblo creyente, se aflige porque actualmente Lituania carece de los Valančius y Matulionis (sacerdotes que lucharon por la fe durante la opresión zarista rusa. El T.) — que nos resultan tan imprescindibles. Y mayormente, porque hasta el presente no hemos tenido condiciones más favorables para la obtención de un mínimo de derechos para la Iglesia.

En vez de la esperanza, surgió el temor de que en la época actual los Ordinarios de Lituania habrán de continuar con la política de la cobardía y la condes­cendencia ejercida por el Canónigo J. Steponavičius y el Obispo J. Labukas. ¡Quiera Dios que ello no acaezca!

N. B. "Crónica de la ICL" no desea en alto grado sacar a relucir públicamente los dolorosos hechos de la vida de la Iglesia Católica, aunque lo considera como una operación imprescindible pero dolorosa. Alguien imputa que, con ello, Crónica menoscaba la autoridad de los eclesiásticos y de ese modo perjudica a la Iglesia. Esta imputación Crónica la considera una miopía, puesto que tiene continuamente ante su vista el destino de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Los eclesiásti­cos ortodoxos, convertidos en colaboradores del gobierno soviético, perdieron su autoridad e influen­cia entre el pueblo creyente. ¿Acaso debemos esperar que ello también acaezca en Lituania? ¿Acaso la Iglesia Católica de Lituania debe convertirse en condescendiente sirvienta del gobierno soviético?