J. Anicas y J. Mačiulis en su libro "Katalikybes evoliucija" (La Evolución del Catolicismo, "Mintis", Vilnius, 1979) se quejan porque la prensa religiosa lituana del exterior propaga infundios sobre los creyentes de Lituania, p. ej. "La práctica de la religión es considerada delito penal en la Unión Soviética", "los creyentes son considerados ciudada­nos sospechosos" (p. 206).

Que los respetables autores aclaren el siguiente hecho. Juozas Valiulis, estudiante de la clase VI del colegio secundario de Saldutiškis, el verano de 1973 servía en la Santa Misa en la iglesia de Labanoras. El estudiante tenía fama de ser uno de los primeros, pero apenas comenzó el nuevo año lectivo — ¡mereció un dos!

Su madre Veronika Valiuliene enseñaba en su escuela primaria de Plauciskiai. El 20 de octubre de 1973 llegaron hasta ella los inspectores: el jefe de la Sección Enseñanza — Ribokas, el jefe de la Sección Metódica — Untulis y la secretaria de la Juventud Comunista — Kadzickaite. Ellos no interrogaron a los niños sobre cosas que se dictan según el programa, sino . . . sobre oraciones y catecismo. De acuerdo a su edad, los niños poseían un regular conocimiento de las cuestiones de la religión y respondían tranquila­mente. Después los inspectores inundaron con pre­guntas inquisitorias: ¿quién les había enseñado las verdades de la fe? Los niños volvieron a contestar: papá, mamá, el hermano, la hermana . . . Seguida­mente las preguntas se tornaron más arteras: "¿Dónde trabaja tu papá? ¿De qué se ocupa?" Aquí los niños presintieron algo malo y evitaron responder francamente. Entonces la comisión se dirigó a la propia maestra: "¿Y la camarada, cree en Dios?" — "Así es, creo!" — se manifestó con decisión la maestra ante todo el grado. "La escuela no es lugar para vuestro trabajo", — tal fué la conclusión de los inspectores. La maestra inmediatamente redactó una nota recabando su despido del empleo entregándosela a los "visitantes" que la rechazaron — le ordenaron presentarse en la Sección Educación de Utena. Cuando al día siguiente la maestra se presentó en el raion, halló que ya le habían preparado la documen­tación de su cesantía. En esa misma oportunidad se le dijo a V. Valiuliene que, por causa suya habría de sufrir también el cura párroco de Labanoras: le aplicarían una multa por aceptar niños junto al altar. El 1 de noviembre, esta madre de tres hijos, ya no trabajaba en la escuela.

Poco después también fué despedido de su trabajo su esposo Edvardas Valiulis, que se desempeñaba como calderista en el colegio secundario III-o de Utena. El pretexto de su despido — podría influir idealmente en los niños. Además, había estado en el Seminario Eclesiástico (E. Valiulis en 1946 había sido incluido entre los 146 seminaristas que fueron eliminados del Seminario).

En la biografía de E. Valiuliene este "delito punible" ya no es el primero. En 1959 su esposo repintó una cruz, que estaba erigida en terreno de su heredad y construida por su padre. La dirección de la granja local exigía el derribo de esta cruz. E. Valiuliene se dedicó al cuidado de las flores que crecían alrededor de la cruz y bastó eso solamente, para que la "delincuente" fuera trasladada a otra escuela para su "reeducación", a 22 kilómetros de distancia: Raskutenai (raion de Švenčionis). Mientras le resultaba posible concurría a su trabajo en bicicleta desde su casa, en la aldea de Palsode, y en el invierno vivía alejada de su familia.

Según lo demuestra dicho hecho, eso no es un "infundio" sino una realidad, pues la práctica de la religión en nuestro país es cosa indeseable y los creyentes son considerados personas sospechosas. Aquí en nada favorece la ley prohibiendo el despido del trabajo porcausa de las convicciones religiosas: es una mera decoración que se puede cambiar al antojo.

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