A los muy respetables sacerdotes de la Arquidiócesis de Kaunas y de la diócesis de Vilnius

Adviento — es tiempo de penitencia. El anuncio de la penitencia es una de las mayores obligaciones del sacerdote. "Preparen el camino del Señor" (Mt. 3.3). "Si no os convertías, todos pereceréis" (Le. 13.3). Aún hasta cuando los ayunos tradicionales desaparecen o pierden su significación, la propia obligación del arrepentimiento no disminuye, sino que, en vez de sus antiguas formas, surgen otras nuevas. Lo mismo es en nuestros días, cuando siempre más peligrosa­mente se difunde un ilimitado alcoholismo, cuando este alcoholismo, cual si fuera un corrosivo cáncer, aniquila la moral del pueblo de Dios, el momento existencial exige insistentemente una nueva clase de ayuno: la templanza, la abstinencia, la continencia de las bebidas alcohólicas.

Hoy día débese considerar la abstinencia y la templanza como una eminentemente seria virtud de la penitencia. Mantenerse en ella, proclamarla, significa remar contra la corriente con considerables esfuerzos de la voluntad, quebrantar costumbres establecidas. Eso es justamente la propia esencia de la penitencia: la reforma de la vida, la restauración del orden de la existencia, la superación de la rutina. Tales cosas no resultan fáciles para nadie, pero son necesarias e imprescindibles. Por lo tanto, solicitamos que todos los Respetables Sacerdotes, en ocasión del próximo Adviento, desde los retiros espirituales, el pulpito, el confesionario y en cualquier otra oportu­nidad, inciten a los fieles a esta clase de sagrada templanza, a componérselas sin bebidas alcohólicas en las casas parroquiales y demostrar personalmente en todos lados el ejemplo de la abstinencia, de tal manera que podáis decirles francamente a todos igual que el apóstol San Pablo: "Seguid mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo" (1 Cor. 1.1). 9.XI.1979

(firmado) (Obispo L. Povilonis) Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Vilnius y la Diócesis de Vilkaviškis

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(Los sacerdotes ejemplo de templanza y abstinencia):

A LOS MUY RESPETABLES SACERDOTES DE LA ARQUIDIÓCESIS DE VILNIUS

Mediante su carta el apóstol San Pablo advirtió a los cristianos de Corinto, y a través de ellos a las posteriores generaciones humanas: ". . . No os hagáis ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios". (1 Cor. 6.9,10).

Seguro que no nos equivocaremos al decir, que actualmente entre nosotros es el alcoholismo la madre de casi todos los males mencionados. Es el acceso hacia la depravación física y espiritual de los hombres. Es la tumba de las nuevas generaciones humanas que llegan a este mundo. También nuestro país sufre la infección de sus bacilos.

"Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, (Jesús) se puso a llorar por ella" (Le. 19.41), dado que veía como el pueblo desobediente marchaba hacia su terrible destrucción. Acaso nosotros, los sacerdotes, siendo los seguidores de los apóstoles, cumpliendo en lugar de Cristo las obligaciones de sus mensajeros (2 Cor. 5.20), llamados a ser "la sal de la tierra" (Mt. 5.13) y "la luz del mundo" (Mt. 5.14) podemos mirar fría y ambigua­mente como nuestra Patria, hundiéndose en el mar del alcohol, agoniza lentamente y año tras año se sume en la condenación?

La Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano Segundo: "Lumen gentium", exige que los sacerdotes se ocupen de los fieles, que sean ejemplo para ellos, que mediante su comportamiento y preocupación cotidianos descubran la grandeza y la belleza del servicio sacerdotal y apostólico (véase No. 3). En el decreto "Presbyterorum ordinis" de ese mismo Concilio se dice: "Los presbíteros, con el fin de edificar la Iglesia, convivan con todos a ejemplo del Señor, con eximia humanidad. Deben comportarse con ellos no según los gustos de los hombres, sino conforme a las exigencias de la doctrina y vida cristianas; enséñenlos y amonéstenlos como a hijos muy amados" (No. 6). "Siempre será obligación suya enseñar, no su propia sabiduría, sino la Palabra de Dios, e invitar instantemente a todos a la conversión y a la santidad" (No. 4). "Su mismo ministerio (de los sacerdotes) exige, con especial título, que no vivan según este siglo" (No. 3).

El momento actual en que vivimos y el clamor de San Juan Bautista: "Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos", que resuena en el recogimien­to y la calma del Adviento, no sólo que nos estimula, sino que directamente nos obliga a los sacerdotes a la acción de la templanza! Pero recién resultará exitosa cuando nosotros, cumpliendo a conciencia la misión que Cristo nos ha encomendado, primero nos convir­tamos personalmente a la templanza y la abstinencia. ¡Comencemos por nosotros mismos la templanza de la nación! Nosotros mismos no bebamos bebidas alcohó­licas ni convidemos con ellas a los demás. En los retiros de Adviento y de Cuaresma, el pulpito, el confesionario, los sepelios y toda otra oportunidad, inteligente y respetuosamente invitemos e incitemos a los fieles a ser templados y hasta abstemios. 1.XII.1979.

LA CURIA DEL ARZOBISPADO DE VILNIUS

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