La segunda mitad del año 1979 resultó particular­mente intranquilo, dado que la KGBhabía intensifi­cado su acción contra la prensa libre clandestina. Por este motivo se realizaron numerosos allanamientos: en lo de Antanas Terleckas (fué detenido a su finalización), Julijus Sasnauskas (detenido a su finalización), Liucija Kulvietyte, Vitalia Žvikaite, docente Vytautas Skuodis, Povilas Pečeliūnas, Dana Kersiute y otros. Esta acción de la KGB es una demostración de cuan necesaria es la prensa libre para la Iglesia y la Patria — resulta mortal para la propaganda soviética, por lo cual se pretende liqui­darla a cualquier precio con la ayuda de la KGB.

Las instituciones gubernamentales oficiales, espe­cialmente la prensa soviética, amenazan incesante­mente que "el gobierno soviético jamás habrá de tolerar la infracción maliciosa de sus leyes" (F. Laurinaitis, Conversaciones 3, 1979, p. 23). Las detenciones de Antanas Terleckas y Julijus Sasnaus­kas confirman que dichas amenazas no son vanas.

Paralelamente a los allanamientos, interrogatorios y arrestos, en 1979 fué intensificada la llamada lucha ideológica. Su índole está testimoniada aunque sea en los siguientes hechos.

La obra ateísta "Conversaciones 3", publicada a fines de 1979, cuyo autor, F. Laurinaitis, antiguo chequista,   ex   consejero   del   Soviet   de   Asuntos Religiosos, para defender la agresión del gobierno soviético, trata de demostrar que "las instituciones gubernamentales soviéticas reaccionan sensible­mente ante los justos anhelos de los creyentes" (p. 19).

Para el escalamiento a Occidente de la propaganda mentirosa soviética, están al servicio hasta los sacerdotes, como ser Gediminas Blynas, quien inten­tara demostrar a los lituanos de exterior que Crónica de la ICL escribía falsedades.

La grosera mentira en casa y en el exterior testimonia no solamente sobre la enorme preocupa­ción de las autoridades soviéticas en defensa de su prestigio, sino también sobre la realización en el futuro, sin compromisos, de la línea de las mentiras y la agresión.

Por lo tanto, el año 1980 no promete nada bueno para los católicos de Lituania. Esto mismo aseveran los tanques soviéticos en Afganistán. Es muy posible que las autoridades soviéticas, habiendo percibido evidentemente el actual renacimiento religioso y nacional en Lituania, no se amedrentarán por la conmoción que se promueva en el exterior y con mayor intensidad aún lanzarán a la circulación la máquina stalinista de la KGB. Las autoridades soviéticas son estimuladas a lanzarse a tales aventu­ras por la impotencia de una resuelta acción de Occidente (¡Oh, si el Kremlin al reprimir a los disidentes temiera, por lo menos, el boicot de los juegos olímpicos!).

Los sacerdotes y laicos de Lituania, al agradecer la ayuda de la gente de buena voluntad, deben confiar mayormente en la Providencia Divina y prepararse para una extensa y denodada lucha por la verdad, la libertad y el triunfo de Cristo en la Patria.