1. Desprestigio de los sacerdotes activos

En la existencia de la Iglesia Católica de Lituania durante' el decenio pasado han ocurrido cambios fundamentales. Si, bajo la influencia de las represio­nes de Stalin y Khrushchev, anteriormente entre la mayoría de los sacerdotes se sobreponían las tenden­cias de la pasividad y la impotencia (se decía: "No romperás un muro con la cabeza"), estas comenzaron a disiparse en los últimos tiempos. Para la reorienta­ción de los sacerdotes hacia el buen sentido, tuvieron enorme influencia los disidentes rusos que demos­traron gran sacrificio y denuedo en la lucha contra la mentira y la coacción por los derechos fundamentales del hombre, y el clero de Polonia con el Cardenal Vishinsky al frente, luchando con suma energía por la plena libertad religiosa en su país. Los sacerdotes y fieles de Lituania hace mucho que han comprendido la verdad, que tan hermosamente expresara el Papa Juan Pablo II, diciendo que los creyentes tendrían tanta libertad religiosa como la que se ganaran. En verdad, una lucha de diez años no quedó sin resultados: el límite de admisión en el Seminario Eclesiástico fué ampliado cuatro veces (de 5 a 20 candidatos anuales), este año, luego de 40 años de gobierno soviético, los católicos obtuvieron la primera edición del catecismo; a pesar de la prohibición de las autoridades, casi en todas las parroquias se catequiza abiertamente a los niños, los estudiantes participan en las procesiones, ayudan a Misa, etc. En Lituania les resulta evidente a todos que las autoridades soviéticas en algunos lados se han apartado por lo menos temporariamente, no por los "logros diplomáticos" de los sacerdotes colaboradores gubernamentales, sino a causa de que el pueblo creyente y los sacerdotes exigen incesantemente sus derechos, por lo cual más de uno ha dado ya su ofrenda, p. ej. el P. A. Seskevicius (por la catequización de los niños), Petras Plumpa (5 años por la literatura religiosa), Nijole Sadunaite (por multiplicar "Crónica ICL") y otros.

De las autoridades soviéticas alguna "mejora" se logra en el caso que ellas comiencen a temer al pueblo creyente, pero cuando los fieles son pasivos e inconcientes, entonces se forma el más propicio terreno para el florecimiento de la tiranía del ateísmo estatal. Por ejemplo, en las iglesias de Letonia casi no quedó juventud, mientras que el Seminario Eclesiás­tico de Ryga ya es el tercer año que puede aceptar como candidatos a los que no ostenten apellidos letones. El renacimiento religioso de Lituania hace ya mucho tiempo que provoca nerviosidad en la cumbre de las autoridades soviéticas. En el presente año se ha comenzado a desprestigiar intensamente a los sacer­dotes más activos. El Delegado del Soviet de Asuntos Religiosos (SAR) Petras Anilionis, a través de la prensa, la televisión y sus diálogos con los sacerdotes-decanos, transpiró inmensamente tratando de demos­trar que los sacerdotes activos son "extremistas", "destructores de la unidad", "politiqueros", "calum­niadores del orden soviético" y merecedores de castigo.

    El sacerdote que catequiza a los niños, a ojos de los funcionarios soviéticos, es "extremista", el que reclama libertad para la Iglesia — "politiquero", el que criticare el albedrío del ateísmo gubernamental — "calumniador del orden soviético", cuyo lugar es estar tras las rejas. Según la lógica de los propagan­distas soviéticos "un buen sacerdote" es aquel que, temblando y yendo en contra de su conciencia, se rige por las disposiciones de las Comunidades religiosas dirigidas contra la Iglesia, defiende en Berlín el modelo de la paz soviética, ofrece entrevistas sobre la presunta libertad de la Iglesia en Lituania, o por lo menos son tan pasivos, que toda su labor pastoral se resume en "el sepelio de los muertos". Todos los demás sacerdotes, para los funcionarios soviéticos son odiados "extremistas".

2. El comprometimiento de "Crónica ICL"

En el renacimiento religioso de Lituania "Crónica ICL" ocupa un lugar muy especial, por lo cual no resulta sorprendente que sea la más perseguida y denigrada. Por cuanto los ataques de los funcionarios del gobierno soviético promocionan aún más a Crónica, entonces esta ingrata misión le ha sido encomendada a los sacerdotes colaboradores de la KGB, quienes desvarían fantaseando que Crónica no siempre es objetiva, a veces en ella se "cobran cuentas" a sacerdotes, Crónica es culpable de haber condenado públicamente la colaboración con la KGB de ciertos sacerdotes, de haber puesto al descubierto la acción en el Seminario de Seguridad nacional, de haber destruido la unión de los sacerdotes y haber perjudicado la autoridad de los Ordinarios. Alguien pretendería que Crónica no viese los hechos que se perciben públicamente y que fuera muda cuando se cometen delitos que se hacen merecedores de la condena divina, — ¿qué puede haber más horrible que un sacerdote colaborando casi abiertamente con el enemigo más espantoso de la Iglesia: la KGB? En realidad, Crónica no solo que no perjudicó al Seminario Eclesiástico, sino que, en ciertos aspectos, le sirvió positivamente. En el presente año hubo la mayor cantidad que nunca de ingresos en el Semina­rio — arriba de 40. Además, todos los que ingresan en el Seminario conocen ya que deberán encontrarse con la KGB, que se los intentará alistar como agentes de Seguridad nacional, etc.

El mantenimiento de la autoridad de los Ordinari­os le interesa a Crónica mucho más allá que a los colaboradores de la KGB, — para lo cual es que Crónica escribe que la KGB no haga pudrir en la jerarquía eclesiástica lo que todavía se encuentra sano, que al presente no se repitan aquellos errores que fueron cometidos durante varios decenios de postguerra. Es que los funcionarios del gobierno soviético hasta tienen la desvergüenza, al enviar encumbrados eclesiásticos al Vaticano, de exigir que ellos perjudiquen a la Iglesia y ayuden al gobierno soviético.

En 1940 los Obispos y sacerdotes de Lituania habían ocupado una conveniente posición con respec­to al ateísmo gubernamental. La unidad de los sacerdotes resultó destruida en el momento cuando la KGB metía en prisión a ciertos Obispos y sacerdotes injustamente, mientras a otros los reclutaba como agentes suyos: desde esa fecha hasta la aparición de Crónica transcurrieron por lo menos 25 años. Por lo tanto, ella no es culpable si en la actualidad un sacerdote leal a la Iglesia a veces no encuentra un tema común con su compañero de tareas quebranta­do por la KGB. A pesar de todo, si en 1979 522 sacerdotes y 2 Obispos de Lituania se pronunciaron gallardamente contra las inhumanas disposiciones de las uniones religiosas, por esta unidad sacerdotal la historia dirá las gracias, en primer lugar a Crónica y a todos aquellos que despertaron el espíritu de los sacerdotes y de los fieles.

"Crónica ICL" no pretende despreciar ni condenar a nadie, pero en procura de la destrucción de las trampas de la KGB, al presente no queda otro camino: ¡únicamente lo público! "Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor a que sus obras sean descubiertas" (Jn. 3,20). ¿A quién serviría Crónica — a la Iglesia o a la KGB, si percibiendo claramente la trampa, no procurara desbaratar esa telaraña, en la que el Partido Comu­nista y la KGB planean corromper a la Iglesia desde adentro y sofocar cualesquier vida religiosa? ¿Qué valor tendría Crónica, si se limitara a promover los delitos de los educadores y funcionarios contra la Nación y la Iglesia? ¿Qué delincuente es más peligroso: el educador que induce al error a los 30 educandos de la clase, o el eclesiástico de sotana que en Berlín defiende la paz — falacia soviética y al mismo tiempo induce al error a todo el mundo? ¿Quién se hace mayor culpable: el obrero borracho que lleva una denuncia a la KGB o haciendo lo mismo el sacerdote que luce el nombre de soldado de Cristo?

3. El problema de la unidad eclesiástica

A los decanos reunidos este año en el Comité Ejecutivo de la ciudad de Kaunas, Petras Anilionis, Delegado del Soviet de Asuntos Religiosos, les decía: "He conversado con el Obispo, y el me contó que el Papa insta a que los sacerdotes de Lituania conserven su unidad". P. Anilionis y otros semejantes a él, pretenden convencer que los mayores destructores de la unidad de la Iglesia serían los sacerdotes "extre­mistas", mientras que las autoridades soviéticas, al igual que el Papa, anhelan la unidad de los sacerdotes y de la Iglesia.

En las cuestiones de la doctrina cristiana, la unidad de los sacerdotes de Lituania podría ser envidiada por los sacerdotes de numerosos otros países católicos. En 1979 ellos demostraron su unidad, protestando unidamente contra las disposiciones de las Uniones religiosos — la protesta fué firmada por 522 sacerdotes y 2 Obispos. Sólo una ínfima cantidad de sacerdotes no firmó: unos por temor, otros por su colaboración con la KGB u otros motivos. Empero en algo se añora la unidad.

La KGB incesantemente está maquinando planes, de como destruir más efectivamente la unidad de los sacerdotes de Lituania. Los seminaristas y los sacerdotes son reclutados para ser agentes de la KGB, a los sacerdotes ya enrolados se los procura colocar en las parroquias mayores, se les permite salir al exterior, etc. Tratando de mutilar la confianza de los sacerdotes y perturbar el raciocinio, a fin de que no se puedan poner en evidencia los sacerdotes-colabora­dores, los órganos de Seguridad nacional a veces permiten que el Obispo designe en una parroquia importante también un sacerdote activo, o sino hasta se permite la salida al extranjero a uno que otro excelente sacerdote. Buscando promover la mayor tenebrosidad y caos, la KGB, a través de sus colaboradores, por medio de cartas y otros medios suministra información errónea a la Sede Apostólica. Por consiguiente, al hablar sobre los destructores de la unidad eclesiástica, en primer término se debe recordar el Comité de Seguridad Nacional (KGB), y recién después buscar motivos secundarios.

Ejecutando esta labor de divisionismo, la KGB a través de sus colaboradores (funcionarios, eclesiásti­cos y otras personas) se refiere continuamente sobre el problema de la "unidad". Es que procura la unidad de los sacerdotes con el Partido Comunista, con Lenín, con la KGB. En boca de los funcionarios del ateísmo estatal, la palabra "unidad", al igual que la palabra "paz", poseen un significado específico, — las autoridades soviéticas necesitan solamente tal "uni­dad" y tal "paz", que les ayude a apoderarse de todo y. lo que no resultara conveniente, destruirlo.

Los sacerdotes, que han capitulado total o parcial­mente ante la KGB, a veces hasta inconcientemente, comienzan a utilizar la terminología soviética, p. ej. ellos dicen: "Crónica destruye la unidad eclesiástica", o sino "El Comité Católico DDC pretende adquirir fama", etc.

¿Cómo entender la verdadera unidad de los sacerdotes lituanos? Pues con la incondicional lealtad a Cristo, la Iglesia y el Papa. La unidad requiere que los Ordinarios, en los asuntos eclesiales, traten también con los sacerdotes y no solamente con los funcionarios soviéticos, que los sacerdotes sean enterados mejor sobre los problemas internos y los planes que la KGB, que por la libertad religiosa, a ejemplo del Cardenal Primado polaco Vishinsky, luchen la totalidad y no el 70-80% de los sacerdotes. La unidad requiere que los sacerdotes, que cometan un error y se conviertan en colaboradores de la Segurid­ad, de inmediato se deshagan públicamente de este vergonzoso convenio, pero si no lo hacen así, deben tener muy en cuenta que ni el propio Cristo exigió la unidad de los apóstoles con Judas ni con los fariseos.

La unidad solo es deseable entre sacerdotes de buena voluntad, preocupados por los asuntos de la Iglesia, pero que no siempre concuerdan sobre los métodos de la acción. Aquí, sin duda, cabe la imprescindible atención y respeto hacia los que piensan distinto. A pesar de todo también en esto hemos de subrayar, que también los sacerdotes-cola­boradores de la KGB vindican la posesión de buena voluntad, mientras a su colaboración con la KGB la llaman "táctica diferente". Por consiguiente, sólo pueden formarse una exacta opinión sobre los sacerdotes aquellos que permanentemente observan su vida y actividades, y muy fácilmente pueden engañarse las personas de Occidente al frecuentar sólo algunas semanas con algún que otro sacerdote.

Estamos completamente convencidos, que la Sede Apostólica habrá de comprender el motivo por el cual no existe en Lituania una plena unidad sacerdotal y el por qué recibe tanta profusión de información intrinsicamente contradictoria.

4. Los contactos con el mundo occidental

Para la Iglesia Católica de Lituania en lucha por su libertad, son vitalmente importantes los contactos con el mundo occidental sin conocimiento de la KGB. Si no fuera por estos contactos, si la información objetiva sobre la situación de la Iglesia no alcanzara al mundo libre, la lucha por la libertad religiosa se haría diez veces más difícil, pues la brutal violencia del ateísmo estatal no temería que sus obras alguna vez salieran a relucir a la luz del día. Es muy lamentable que en el presente año los contactos con Occidente se hayan debilitado mucho: la KGB liquidó a muchas buenas personas en Moscú y en otros lados, mientras a Lituania llegaron pocos de aquellos turistas a los que les importaba no tanto la mera observación del castillo de Gediminas (uno de los más destacados mandatarios lituanos de la Edad Media. El T.), sino también llevar mayor información sobre la situación de Lituania.

De lo menos deseable son las visitas a los países extranjeros de los sacerdotes de Lituania. ¿Por qué? La KGB permite la salida a los llamados países capitalistas en su mayoría a sacerdotes — colabora­dores con la Seguridad; también le permiten salir a uno que otro buen sacerdote, confiando en un provecho indirecto, p. ej. provocar la mutua desconfi­anza, abatir la autoridad del sacerdote, etc.

Contactos con Occidente totalmente perniciosos para la Iglesia son las participaciones de sacerdotes de Lituania en las conferencias de "paz" de Berlín. Esta clase de delegaciones sacerdotales las conforma la KGB a través del Soviet de Asuntos Religiosos, ante el total silencio de las Curias. Por cuanto la mayor parte de los sacerdotes enviados a las conferencias de "paz" son colaboradores de la KGB, ¿entonces qué clase de problemas eclesiales pueden considerar con ellos los sacerdotes del mundo occidental? Se prefiere especialmente los turistas — sacerdotes y laicos — de Occidente. Llegados a Lituania, deberían buscar las noticias sobre la situación de la Iglesia no de fuentes eventuales, sino tratando de hallar información digna de crédito. Hasta el presente, los sacerdotes llegados del exterior (Polonia, EEUU, etc.) frecuentemente se enganchaban en el anzuelo de la KGBy recogían la información sobre la Iglesia Católica de Lituania, frecuentando con los sacerdotes colaboradores de la KGB.

5. Los consejos sacerdotales

En el año 1979 comenzaron a formarse los Consejos Sacerdotales, los cuales de acuerdo con las disposiciones del Concilio Vaticano II pueden actuar en todas las diócesis. Los sacerdotes con alegría escucharon varias emisiones de Radio Vaticano sobre estos Consejos, que les llevaron mucha claridad sobre esta cuestión de su interés. El Delegado del SAR Anilionis advirtió a los Ordinarios de Lituania para que fueran muy cautelosos con estos Consejos, y más tarde comenzó a propalar que los Consejos Sacerdo­tales estaban organizados por sacerdotes "extremis­tas". Este año, el Delegado Anilionis notificó a los decanos de la arquidiócesis de Kaunas y la diócesis de Vilkaviškis, que el Obispo Povilonisle habría mani­festado que, en opinión del Papa, los Consejos Sacerdotales son innecesarios en Lituania.

¿Por qué el gobierno soviético no desea los Consejos Sacerdotales?

La respuesta se hace evidente al profundizar de qué manera el gobierno intenta administrar la Iglesia. El Delegado del SAR siempre se entromete en los asuntos internos de la Iglesia: impide al Obispo el libre traslado de los sacerdotes, aceptar los clérigos en el Seminario, suministrar el Sacramento de la Confirmación, etc. Toda esta su intervención las autoridades soviéticas la enmascaran, a fin de que parezca que los Ordinarios gobiernan por sí mismos sus diócesis. Al existir los Consejos Sacerdotales, este encubrimiento resultaría imposible. En la actualidad el Delegado del SAR coacciona a los Ordinarios, carentes del menor respaldo. Si actuaran los Consejos

Sacerdotales, el Obispo o el Administrador Apostólico podrían resistirse más fácilmente ante la presión. Podrían manifestar: "Debo trasladar este sacerdote, puesto que me lo exige el Consejo Sacerdotal". O sino: "Debo suministrar el Sacramento de la Confir­mación en la parroquia de N., puesto que el Consejo Sacerdotal asegura que resultaría provechoso para la evangelización". Frecuentemente no resultaría im­posible oponerse al Delegado del SAR, pues, en caso contrario todos verían notoriamente que es él quien administra la Iglesia, y no el Obispo o el Administra­dor Apostólico. Por consiguiente, los Consejos Sacer­dotales son vitalmente imprescindibles, pues todo aquello que hasta el presente se realizaba clandesti­namente, deberá aparecer a la luz del día.

Hasta el presente se desconoce si la Sede Apostólica ha manifestado en realidad que los Consejos Sacerdo­tales son innecesarios en Lituania, dado que estas versiones han llegado hasta los sacerdotes por boca del Delegado del SAR. Si en verdad la Sede Apostóli­ca lo hubiera manifestado así, entonces sólo cabría aclarar quien había servido a la KGB a fin de que la Sede Apostólica se convenciera que lo más "prove­choso" para la Iglesia de Lituania es aquello que desean las instituciones de la Seguridad nacional.

6. ¿Acaso es política?

El Delegado del SAR P. Anilionis y otros altavoces de la propaganda soviética acusan a los sacerdotes activos por ocuparse de política; se les recuerda, que hasta el Santo Padre prohibe a los sacerdotes inmiscuirse en política. Los funcionarios guberna­mentales consideran "política" la catequización de los niños, la crítica del ateísmo, el escribir peticiones al gobierno solicitando algo, por ej. la devolución de una iglesia requisada, etc.

¿Acaso esto es política? Así es, es política eclesial. Defender los derechos de la Iglesia y del hombre, es una sagrada obligación del sacerdote, y su prohibición es un atentado contra el derecho innato. La Iglesia bendice y realiza esta clase de "política". El Papa Juan Pablo II es el mejor ejemplo de la ejecución de esta "política".

Solamente cabe lamentar que algunos sacerdotes, religiosos y católicos laicos hayan hecho suyo el concepto soviético de "política", elaborado en las oficinas de la KGB. Por ej. la religiosa teme tomar en sus manos "Crónica ICL", ¡ello es política! El sacerdote durante su homilía teme instar a que los padres lleven consigo sus hijos a la iglesia, ¡es política!; en el Seminario se prohibe escuchar las audiciones de Radio Vaticano, ¡es política!; el cura vicario teme rezar el rosario con los niños, ¡es política! Hay que estar mucho más en guardia, para que los propagandistas del ateísmo estatal no incul­quen a los creyentes su terminología.

A los sacerdotes católicos y a los laicos, solamente no les cabe inmiscuirse en la política soviética, p. ej. concurrir a las conferencias de "paz" de Berlín, colaborar con los órganos de Seguridad nacional, etc. Tal clase de política es verdaderamente desaprobada por la Iglesia, y es considerado pecado y quebranta­miento de la disciplina eclesiástica.

7. ¿Temor o no a los represiones?

Los disidentes soviéticos no olvidarán las Olimpía­das de 1980. Ellas impulsaron a las autoridades soviéticas a la apelación de represiones stalinianas, a fin de que la gente de Occidente llegada a Moscú no se encontrara con ningún disidente, no escuchara palabras de crítica sobre la mentira y la coacción. Las represiones también alcanzaron a Lituania; se espera que también lleguen sobre los sacerdotes de Lituania. ¿Vale la pena temerlas? Los sacerdotes lituanos, que en los años de postguerra sobrellevaron dos oleadas represivas: en los años 1945-1953 y 1957-1958, también habrán de soportar la tercera. Sería muy poco serio el querer conquistar la libertad sin ninguna víctima. Al ser detenidos los sacerdotes, el mundo podrá com­prender mejor "la plena libertad religiosa" que acarrea el comunismo (la colaboración de los católicos con los comunistas en algunos países demuestra que el rostro del comunismo les resulta desconocido de cerca), mientras el sacrificio de los que sufren en los lagers habrá de estimular a los connacionales a luchar no solamente por la libertad religiosa, sino para desprenderse totalmente del yugo de la tiranía. La historia enseña que, cuando los creyentes no temían el sacrificio, la Iglesia florecía y, por el contrario, cuando en el pueblo de Dios se apagaba el espíritu del sacrificio, era presa de la crisis. Por consiguiente, sólo habría que temer una situación similar en Lituania, cuando nadie tuviera valor para padecer por Dios y la Iglesia. Entonces sí que sería una real tragedia.

Con la ayuda y bendición de Dios, los sacerdotes y fieles de Lituania se sienten plenos de fortaleza cristiana para enfrentarse con cualquier porvenir.

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