¡Todo Vilnius te espera! Este es tu hogar, ¡Que retornes anhelan Los huérfanos sin par!

Tristeza y pena agobian a los vilnenses, — ya van a hacer 20 años que la capital carece de su Pastor, — se encuentra desterrado; no existe la Cátedra, — ha sido profanada. La mayoría de la juventud jamás ha visto a su Obispo, y de los adultos no todos lo pueden recordarlo.

Y hete aquí la gozosa noticia, que se musita en voz bajísima al oído: "Viene a Vilnius S. E. el Obispo Julijonas Steponavičius para festejar el jubileo de sus 25 años de obispado! Se conmocionó, se alborotó la juventud: ¿¡de qué mejor manera recepcionar a su Pastor!? Unos trenzaban coronas de ramas de roble, otros preparaban el trono, los terceros buscaban las mejores flores ... A todos los unía una sola idea — provocar la mayor alegría a su Pastor. Pero la elevación del ánimo no se reflejaba en todos los rostros. Furtivamente se propagan los rumores: no se debe anunciar estentóreamente la llegada del Obispo, alguien no lo quiere ... no se pueden realizar grandiosos festejos, sin engalanar la iglesia por el exterior, que no haya un solemne arco de honor, pues podrían suscitarse cosas desagradables para al­guien . . . Por lo cual, sobre la llegada del Obispo, sólo el último domingo, apenas varios días antes del jubileo, ¡se atrevieron a anunciar a los fieles en las iglesias de San Miguel y del Zoológico!

El 10 de septiembre a las 18,30 hs. gran cantidad de jóvenes, engalanados con trajes blancos y nacionales, formaron en el atrio de la iglesia de San Miguel. En sus manos había flores, coronas, y en sus rostros nerviosa ansiedad. ¿No se permite preparar el arco de honor? ¡No importa! El amor es ingenioso. ¡La juventud formará un viviente arco de honor! El camino, por donde habrá de recorrer el Obispo, está sembrado de flores. Alguien desplegó en el suelo frente al arco un magnífico ramo de claveles rojos como la sangre, como el martirio. Se acrecentaba el entusiasmo de la multitud. Alguien exclamó: "El es digno que bajo sus pies se arrojen las mejores flores. Realmente se ha hecho merecedor a ello!"

Al presentarse Su Excelencia, las muchachas y jóvenes que estaban alistados en la entrada, vestidos con trajes nacionales, levantaron alto, muy alto, las cintas nacionales y las coronas de roble, conformando cual un arco viviente. Cuando el querido Visitante fué saludado por la clerecía, se le acercaron varias niñas pequeñas vestidas de blanco para entregarle un ramo de rosas al Obispo, diciéndole: "¡Os saludan los niños de Vilnius!", "¡La juventud os ama!", "¡Los niños rezan por Vos!", etc.

La procesión se movió alrededor de la iglesia. Las niñas engalanadas de blanco sembraban flores, los fieles se hincaban para recibir la bendición del Pastor. La alegría se entrelazaba con el dolor: no había tanta gente, cómo era posible esperar en tal oportunidad, — ellos ... ¡lo ignoraban!

La Santa Misa fué concelebrada por S. E. el Obispo Julijonas Steponavičius, el P. Stanislovas Valiukėnas y el P. Pukenas. Varios sacerdotes invitados partici­paron en los festejos. Durante la homilía S. E. el Obispo J. Steponavičius explicó valientemente los motivos por los cuales había sido desterrado de Vilnius: no había consentido con las exigencias que se le querían dictar — él pretendía edificar la Iglesia, pero no destruirla.

Terminada la solemne Santa Misa, se iniciaron las salutaciones del Homenajeado. Los niños no se quedaron atrás de los adultos. Una niña pequeña, de apenas unos 5 añitos, todavía ceceando comenzó con potente vocecilla:

¡Salud, oh Pastor!

Te dicen los niños, —

Felices hoy día,

Por recibir Tu cariño!

 

¡Todo Vilnius Te espera!

Este es Tu hogar,

De nostalgia sufre

El corazón popular.

Los mayores prosiguieron:

Nos criamos al viento, —

Lejos de Tu vista.

Que los ruegos de amor

Pronto te regresen.

 

¡Todo Vilnius te espera

donde los niños oran!

¡Que florezca en rosas

Tu sendero de dolor!

Con gran sentimiento saludan al Obispo la juventud de la parroquia de Valkininkai, los niños de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, un numeroso grupo de jóvenes llegaron de Kaunas, de la parroquia de Dubiciai, y otros lados. Era para asombrarse con cuanta sinceridad la juventud hacía entrega de flores al Pastor, cual si acompañaran con ellas parte de su corazón. Y parecía que todo exhalaba juventud, flores y entusiasmo. Todos estaban cansa­dos por la gran aglomeración, pero la sonrisa se mantenía constante en todos los rostros, y nadie se apresuraba a casa. Luego de las ceremonias los fieles nuevamente se desparramaron por el atrio, ansiando demostrar una vez más su amor por su Pastor — despedirlo solemnemente. Nuevamente se formó una larguísima fila de jóvenes, nuevamente se sembraron flores, y cuando el Obispo ocupó el automóvil, la multitud espontáneamente se dio a aplaudir y corear una breve frase, que lo resumía todo, — el amor, el dolor y la esperanza: "¡Lo esperamos! ¡Lo esperamos! ¡Lo esperamos! ¡Lo esperamos!" Prolongada y podero­samente sonaba esta frase, que atenaceaba el corazón, ya en las penumbras del atardecer, y resonó contra los muros de Vilnius, aunque no haya conmovido los corazones de aquellos que, con rostros de piedra, deambulaban por todos lados observando atenta­mente. El entusiasmo de la multitud se acrecentaba. Repentinamente los hombres comenzaron a gritar: "¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!" Pero el automóvil echó a andar, y el Pastor-Desterrado se marchó . . . Callaron las ovaciones, la juventud se dispersó, y en los corazones quedó como una herida, — volvimos a quedar huérfanos . . . sin el Padre que nos ama, que sufre por nosotros y desea estar junto a nosotros.

Al día siguiente se realizó una modesta celebra­ción en la capilla de la Puerta de la Aurora ante el cuadro de la Milagrosa Madre de Dios. El clima de fiesta resultó arruinado por ciertos escandalosos que se presentaron ocasionalmente o adrede, a causa de los cuales los fieles casi no pudieron escuchar la muy valiente y enjundiosa homilía del P. Jonas Lauriunas y otras eventualidades.

*    *    *