El 25 de marzo de 1981 se presentaron dos chequistas en el lugar de trabajo de la Sra. de Vaičiūnas. Le avisaron que se realizaba un allana­miento en su domicilio y su esposo deseaba verla. Se llevaron a la Sra. de Vaičiūnas.

Llegada a su casa, ya no encontró a su marido. Se supo más tarde que el allanamiento también se había realizado en el jardín de su madre, donde se guardaba el automóvil.

Los agentes de la Seguridad, luego de advertir a la Sra. Vaičiūnas que llevara alimentos, la trasladaron a la seccional de la milicia. Ante su exigencia del acta de allanamiento, los agentes le explicaron que ese no era asunto de su incumbencia, el acta del allanamien­to lo tendría Vaičiūnas.

—         Nosotros os enviaremos todo por correo, — prometió el sumariante Jucys.

Al ser entrevistada con su esposo lo bendijo con la señal de la cruz, por lo cual la Sra. Vaičiūnas fué llevada afuera apresuradamente, pues por lo visto los chequistas se asustaron de que el comportamiento tranquilo y valiente de la esposa produjera mayor influencia sobre el marido, a quien pretendían sacar de su equilibrio de todas las formas posibles.

El sumariante Jucys le aconsejó ser "una mujer razonable y compadecerse del esposo". Indicó que también él se condolía por Vaičiūnas: quien era un buen especialista, podría resultar útil para la comu­nidad; se ofreció a abogar ante el procurador, prometió que podría ser posible, si es que la esposa respondiese "razonablemente" al interrogatorio, la pronta liberación del marido.

—         Si deseas salvar a tu marido, descubre donde está el Era (aparato multiplicador electrónico) — actuando de salvador decía el sumariante Jucys.

El sumariante enervábase a causa de que Vytautas Vaičiūnas se había integrado al grupo lituano en defensa de los acuerdos de Helsinki, explicaba el humanitarismo de las leyes soviéticas, inquiría a cuales sacerdotes conocía, a cuales obispos y con quienes mantenía relaciones.

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El 26 de marzo de 1981 el sumariante Jucys comunicó a la Sra. Vaičiūnas haberse "olvidado" entregar a su esposo alimentos y ropas, ordenándole que ella misma se los llevara a Vilnius.

El 27 de marzo, cuando la esposa se hubo trasladado a Vilnius, el sumariante Jucys le notificó que su esposo sería juzgado por alteración de orden público.

— Nosotros podemos aplicarle un artículo criminal o político. También los dos juntos. Se le sancionará con unos 10 años, — intimidaba el sumariante.

Los agentes de la Seguridad prometían a la Sra. Vaičiūnas permitirle la entrega de alimentos a su esposo, si esta les suministraba provechosas indicacio­nes.

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El Comité Católico DDC, el 23 de abril envió una nota al secretario del CC del PC protestando por la ilegal detención de Vytautas Vaičiūnas y Mečislovas Jurevičius, empero nadie recibió la menor respuesta a la protesta entregada.

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El 24 de junio la esposa del ingeniero Vaičiūnas recibió una comunicación de la Consultoría Jurídica II de Vilnius. El abogado A. Vaiciekauskas le informaba que los días 24 y 25 de junio se le había encomendado la defensa de Vytautas Vaičiūnas.

Hasta que la señora L. Vaičiūnas pudo hallar un medio de transporte, hasta que logró llegar a Vilnius, se le hizo sumamente tarde. Llegada al Supremo Tribunal, de ningún podía lograr conocer donde se realizaba el juicio: era enviada de una oficina a la otra — de la Procuraduría al Supremo Tribunal y viceversa, hasta que finalmente se enteró que el juicio tendría lugar el siguiente día en Širvintai.

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El 25 de junio la sede del Tribunal Popular de Širvintai se encontraba rodeada por la milicia y los agentes de la Seguridad. La entrada a la sala del tribunal sólo estaba permitida para los agentes de la Seguridad y los correligionarios adictos. Amigos del enjuiciado y   creyentes que habían concurrido, también pretendieron penetrar en la sala del tribu­nal, mas nadie se lo permitió, aunque existían todavía muchos lugares vacíos. Ante la solicitud de la señora L. Vaičiūnas para que se permitiera la entrada a las sesiones judiciales por lo menos a tres de sus allegados, venidos conjuntamente con ella, la secreta­ria del tribunal comenzó a vociferar: "¡Cómo osáis solicitar al juez que permita la entrada en la sala de vuestros allegados?! ¡Eres una salvaje! ¡Te criaste en la selva!"

Cuando ciertos desconocidos hacían su entrada en la sala, un hombre con una cinta roja sobre la manga que se encontraba parado junto a la puerta, observó a su camarada: "Allí van los agentes del Partido". Finalmente se permitió la entrada en la sala a la esposa del encausado. Llevado a la sala, el enjuiciado observó a los asistentes buscando rostros conocidos. Su esposa, instalada en las cercanías del banco de los acusados, le susurró en voz baja: "¡Vito, no está ninguno! ¡No los dejaron entrar! ¡No los busques!" Inmediatamente se escuchó la réplica de una mujer que estaba sentada en las inmediaciones: "¿Por qué mientes?! ¿Por qué mientes?! ¡Mira cuanto gente se encuentra!"

El enjuiciado, aunque denotaba un aspecto de gran delgadez y sufrimiento, cara empalidecida y desaseado ropaje, empero de su faz resplandecía una enorme paz y diafanidad, tan contrastante con el ambiente que le envolvía — los inquietos miembros del tribunal y los ojos plenos de furia y rencor de la sala.

Jankauskas presidía la sesión "pública" del Supre­mo Tribunal de la RSSL. Procurador: Murauskas. El acusado rechazó los servicios del abogado defensor.

En ingeniero Vytautas Vaičiūnas fué acusado de haber organizado una marcha de Tytuvėnai a Siluva.

Parte de los testigos no concurrieron al tribunal. Otros, frecuentemente se confundían y mentían.

Henrikas Juzeliūnas, presidente de la regional de Tytuvėnai dijo que las marchas se efectuaban todos los años, sin que nadie solicitara el permiso. Ante su exigencia que la marcha se dispersara, nadie le

obedeció. Por cuanto era día no laborable, no había tráfico intenso. Había visto un hombre portando una banderita, pero si se trataba del acusado, no lo sabía pues no se había fijado. Durante cuanto tiempo estuvo detenido el tránsito, tampoco lo recuerda.

Stanislovas Turys oyó hablar a un hombre, notó que vestía un impermeable marrón, observando más tarde que ese mismo hombre hizo detener el tráfico haciendo pasar a los peregrinos.

Česlovas Janušonis, que viajaba en un automotor, al ver la marcha se bajó para observarla, y por cuanto le gusta fotografiar, sacó varios fotografías de la marcha. Ante la pregunta del encausado Vytautas Vaičiūnas, de cómo aparecieron sus fotografías en el sumario acusatorio, el testigo se confundió, no sabiendo contestarle. Salvó la situación el presidente del tribunal: "Vos, tal vez, habéis pensado que tales marchas infringen las leyes y las enviaste a la milicia, para que los órganos de asuntos internos asumieran las medidas que correspondan". Claro está que el testigo afirmó la idea que le había sido apuntada por el presidente del tribunal. Además, él había visto a un hombre que detuvo el tránsito para dejar pasar a la marcha. Hubo muchas máquinas (automotores. El T.) detenidas.

La testigo Irena Gaubsaite no diferenciaba la iglesia del atrio y continuamente se confundía en su declaración. Ella había llegado a Tytuvėnai en autobús y al ver a la multitud se interesó para enterarse que es lo que pasaba. En esa multitud obser­vó al hombre que ahora estaba enjuiciado, llevando en una mano una banderita roja y en la otra un impreso con la Constitución. El mencionado hombre con la banderita roja detuvo el tráfico y dejó pasar a la multitud. El tránsito quedó interrumpido alrededor de media hora.

El testigo Juozas Danilovas también reconoció al acusado y testimonió que este, con una banderita roja, detuvo el tránsito dejando pasar a los peregri­nos.

   Petras Kryzmantas, chofer de un autobús de larga distancia, declaró que mientras viajaba se encontró con la multitud de peregrinos, que le entorpecieron el viaje. Había pocos automotores estacionados detrás suyo. Ante la pregunta del acusado de cuanto tiempo se atrasó el autobús en llegar a la estación terminal, y si había sido sancionado por el atraso, P. Kryzmantas contestó haberse atrasado 5 minutos sin haber sido sancionado por ello.

El juez preguntó a Vaičiūnas por qué se había provisto de la banderita roja. El enjuiciado explicó: "Cuando interrogasteis a J. G. Stanelyte, la acusasteis de infringir las ordenanzas del tránsito — la columna carecía de una banderita roja. Por consiguiente, en esta oportunidad la juventud la llevó para la regula­ción del tránsito, y yo la tomé de una niña, temiendo que ella sufriera las consecuencias como aquella otra."

(Vytautas Vaičiūnas en el tribunal: "Procurador, ¿donde está vuestra conciencia? ¿Sólo porque yo, junto con los peregrinos, concurría Siluva por vos, pedís 3 años de cárcel para mí?

Por cuanto había renunciado al abogado defensor, el enjuiciado se defendió personalmente:

"El procurador me acusa de que yo he organizado una marcha y la dirigí. En primer lugar, para organi­zar una marcha de tal clase se requiere tiempo, capaci­dad y medios. Yo carecía de todo eso. Durante el allanamiento no se ha encontrado ningún documento o escrito demostrando que yo he sido su organizador, mientras que la acusación se ha formulado en base a estos varios testigos, que fueron pagados por vosotros. Vuestros testigos, a excepción del presidente del comité regional de Tytuvėnai y otro testigo más, me reconocieron fácilmente, no obstante que ahora estoy vestido totalmente distinto. (Su esposa, al ver a su esposo durante el juicio, casi no lo reconoció hacién­dolo más por sus ropas que por su cara: el enjuiciado se había dejado crecer barba y bigotes en la cárcel, — Obs. de la Red.).

    Todos los testigos me son desconocidos. Los veo por primera vez. Por qué no habéis convocado e interro­gado a alguna de las personas que os he indicado en las fotografías de la marcha, a quienes yo conozco.

Me acusáis de no haber solicitado permiso del comité ejecutivo para realizar la marcha. Dado que al no ser yo el organizador de la marcha, tampoco me correspondía solicitar el permiso. Además me acusáis por no haber dispersado la marcha, tal como había sido requerido por los altavoces. Si vosotros, gritando por los altavoces, nada pudisteis hacer, yo menos podía pensar en intentarlo sin ninguna clase de medios, — ¡nadie me hubiera obedecido! Todo creyente sabe, sin la menor insinuación, cómo y donde debe dirigirse para rezar. He participado de la marcha y pronunciado un discurso. Soy creyente y amo a la Virgen María; he ido y seguiré yendo a rogar Su protección para la nación lituana, para su juventud; para que libre al pueblo del alcohol y del libertinaje.

Se escuchó decir que había mucha milicia y agentes de la Seguridad; que los bomberos se estaban aprestando para arrojar agua sobre los peregrinos, etc. Por consiguiente, en el atrio me dirigí a los allí reunidos, explicando la finalidad de nuestra marcha, expresando que se trataba de un ruego a la Santísima Virgen para que nos ayudara a desalcoholizar y a purificar a Lituania. Yo les explicaba que nadie tenía derecho a moj arnos con agua o dispersarnos. Insté a los creyentes a rezar sin temores, a entonar cánticos sin miedo alguno, dado que, según la Constitución, tenemos todo el derecho de hacerlo. El librito de la Constitución lo llevaba con el objeto de mostrar a los funcionarios gubernamentales el artículo donde ello está estipulado, en caso de que fuera detenido. En verdad, resulté detenido inmediatamente, siéndome quitada la Constitución.

Yo protesto frente a esta acusación y me considero inocente. Seguramente todos estos testigos son unos ateos, como lo es S. Gaubsaite, que no diferencia el templo del atrio. Ellos han sido comprados para que se os facilite mi liquidación, puesto que yo soy un lituano creyente, y lo que es más importante, — un luchador por la verdad.

Procurador, ¿dónde se halla vuestra verdad? ¿Dónde vuestra conciencia? ¡Todo lo habéis perdido! Por el motivo de haber marchado junto con los peregrinos para rezar en Siluva, pedís la pena de 3 años de cárcel. Aseveráis que no poseo circunstancias atenuantes, ni agravantes. Para una persona que ha trabajado durante 30 años, que no ha tenido la menor observación y se desempeñara en puestos de respon­sabilidad, de acuerdo a "la ley" solicitáis la pena mayor: ¡3 años!

Procurador, este caso no os ofrecerá el menor honor ante la evidencia mundial."

(El discurso de defensa de Vytautas Vaičiūnas en el tribunal ha sido obtenido por el relato de un asistente al juicio. Obs. de la Red.).

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El 26 de junio se publicó el fallo del tribunal: Vytautas Vaičiūnas era condenado a 2,5 años de trabajo correctivo, cumpliéndose la pena en un lager de régimen común.

Ninguno de los amigos o conocidos del enjuiciado fué dejado ingresar en la sala durante los dos días que duró el juicio. A los congregados tampoco se les permitió ingresar en los corredores, — todo el tiempo debieron permanecer de pie en la placita adyacente a las instalaciones del tribunal, donde no existía la menor posibilidad de tomar asiento o descansar. Los sacerdotes, la juventud y los amigos que se habían congregado, haciendo caso omiso del abrasante sol, así como de las miradas de los agentes de la Seguridad que los asaeteaban, en conjunto rezaban tranquila­mente el rosario, uniéndose en la oración con el enjuiciado.

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En ingeniero Vytautas Vaičiūnas nació el 9 de marzo de 1930 en el raion de Sakiai, departamento

Žvirgždaičiai, aldea Tupikai, en el seno de una familia rural no propietaria.

Por causa de las difíciles situaciones existenciales (su madre falleció prematuramente), a la edad de 10 años fué colocado para realizar trabajos rurales. Estudió en la escuela educacional de varones de Vytenai. Al ser clausurada la escuela por las autori­dades soviéticas, Vytautas estudió en Slapaberzys.

Habiendo cumplido el servicio militar en la ciudad de Novilsk, en 1957 Vaičiūnas regresó a Lituania, comenzando a trabajar en la fábrica "Nemunas". En 1961 ingresó en los cursos nocturnos del Instituto Politécnico de Kaunas, y a su egreso prosiguió sus estudios en el propio Instituto Politécni­co de Kaunas. En 1977 V. Vaičiūnas obtuvo el diploma de ingeniero electricista y se desempeñó en la dirección de Entrega y Clasificación de Obras de Kaunas.

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Lituano, ¡no olvides!

Petras Plumpa, Sergiejus Kovaliovas, Vladas Lapienis, Balys Gajauskas, Viktoras Petkus, Petras Paulaitis, Julius Sasnauskas, Antanas Terleckas, Anastazas Janulis, Algirdas Statkevicius, Povilas Buzas, Vytautas Skuodis, Povilas Pečeliūnas, Gintau­tas Iešmantas, Ona Vitkauskaite, Gene Navickaite, Jadvyga Stanelyte, Vytautas Vaičiūnas, Mečislovas Jurevičius y otros sobrellevan los grilletes de la esclavitud, ¡para que tú puedas vivir y creer libre­mente!

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A N. Dybenka, segundo secretario del CC del PCRS de Lituania

Exposición

Los días 25-26 de junio de 1981, en el Supremo Tribunal de la ciudad de Vilnius tuvo lugar el proceso público del juicio de Mečislovas Jurevičius. Era juzgado según el art. 199, parte III del CP de la RSS de Lituania.

Al llegar por la mañana al juicio, fuimos detenidos ante las puertas de la sala por los agentes de la Seguridad y los milicianos allí apostados, a pesar de que la sala se hallaba totalmente vacía, por cuanto aún no se había dado comienzo al proceso. El agente de la Seguridad, con un brazalete rojo, apostado frente a la puerta, "portero" permanente, que jamás revela su nombre, nos expresó:

— Vuestros lugares, como siempre, están asigna­dos en el corredor debajo de la escalera. Mientras yo permanezca aquí, ninguno de los creyentes habréis de penetrar en la sala. Lo lograréis solamente cuando os juzguen a vosotros mismos . . .

Más tarde sólo permitían la entrada en la sala de los agentes de la Seguridad que se presentaban de acuerdo a un listado y a otros invitados especiales.

Esos mismos días, en Širvintai era juzgado el ingeniero Vytautas Vaičiūnas por su participación en procesiones religiosas. Los agentes de la Seguridad y los milicianos impedían el acceso a los concurrentes hasta en el edificio del tribunal. Sólo la esposa del enjuiciado fué facultada a participar en el proceso del juicio público.

Nosotros protestamos:

1. porque gente inocente es enjuiciada por parti­cipar en marchas religiosas, es decir — por sus convicciones. (Los funcionarios gubernamentales hasta el presente no han otorgado permiso para tales marchas).

21 porque en los procesos de los juicios públicos se impide la entrada a los amigos y conocidos de los enjuiciados, permitiéndoseles solamente a los agentes de la Seguridad, sus invitados, milicianos y soldados.

R. Grigas, D. Dambrauskaite, A. Kiauleviciute, L. Vaičiūniene, V. Maknauskaite, St. Balkaitis, B. Briliute, J. Kuodyte, Stašaitis, V. Baliunas, E. Suliauskaite, G. Buzaite, D. Dubauskaite, E. Lapie-niene, R. P. S. Tamkevicius, R. P. J. Zdebskis, N.

Sadunaite, A. Sirvinskiene, O. Kavaliauskaite, J. Skurulskiene, A. Kerbelyte, S. Kelpšas, S. Mistautas, A. Raisyte, J. Judikeviciute, O. Sarkauskaite, B. Valaityte, A. Šukyte, Jurevičiene, V. Bogušis, V. Gluoksnis, R. Teresiute, R. Kockaite, G. Krisiunaite, R. Ramasauskaite, G. Drasutyte, A. Daugininkaite, L. Truskauskaite, P. Bacauskaite, B. Maliskaite, B. Vazgeleviciute, E. Skinkyte, N. Sukeviciute, 2 nom­bres ilegibles.

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