(Desdeos de liquidar Crónica de la ICL):

En el número 12o de Crónica de la ICL fué publicada una carta anónima, escrita en nombre de los sacerdotes de la diócesis de Vilkaviškis y dirigida contra los denominados "sacerdotes reaccionarios" y dos respuestas, escritas por los sacerdotes de las diócesis de Vilkaviškis y de Vilnius. A continuación ofrecemos otras dos respuestas, escritas por los sacerdotes de la diócesis de Panevezys.

la. respuesta 
"En nombre del Hijo Único de Dios rememorando el sacrificio de la cruz, reafirmando la cuestión de la unidad, comenzáis brillantemente vuestra carta. La cuestión de la unidad es de suma actualidad. Vuestra carta la leyeron y evaluaron muchos sacerdotes. La evaluación general fué — no se debe buscar así la unidad.

Leída vuestra carta, se aclara su fin primordial — no el de crear la unidad, sino de colaborar con los de la Seguridad para liquidar Crónica de la Iglesia Católica de Lituania.

Promoviendo injustamente la cuestión de la unidad, formar dos grupos de sacerdotes y exigir se condene a unos, y a los otros, que forman la minoría, reconocerlos justos e inteligentes. Vosotros habéis elegido la peor solución del problema — no unir, sino condenar.

(La labor fundamental del sacerdote — la creación de la Iglesia viviente):

"Está fundamentada vuestra jactancia, de que solamente vosotros lleváis "la carga del día y el calor"? En una parroquia grande es más fácil realizar trabajos mayores, pues basta con organizar los trabajos, en cuanto a las parroquias chicas, le toca trabajar también al propio sacerdote. Los sacerdotes activos, frecuentemente son trasladados a las parro­quias más pequeñas no por voluntad de los obispos o los administradores, sino por indicación del gobierno civil. Si estos sacerdotes tienen menores facilidades para trabajar, entonces no es culpa suya. Finalmente, la restauración de la iglesia y su atención, es una minúscula fracción de la acción sacerdotal. Eso lo puede cumplir también el comité parroquial. El trabajo fundamental del sacerdote — es crear y sostener la Iglesia viviente. Si entre Vosotros fueran catequizados concienzudamente los niños, organiza­das solemnes Primeras Comuniones, si en las procesio­nes participaran muchos niños y jóvenes, si los feligreses oyeran sermones de actualidad, que les sostuvieran la fortaleza y el valor, si en vuestra Parroquia fuera más activa la vida sacramental, entonces reconoceríamos, que Vosotros sois nuestro ejemplo. Empero, por esta labor se nos endilga el mote de reaccionarios, del cual deberíamos enorgulle­cemos, y no temerle.

Vosotros os indignáis sumamente, porque los sacerdotes activos trabajan, anhelando vana fama en las radios y columnas de la prensa extranjera. Se dijo eso muy airada einfundadamente. Por qué no pensar con espíritu fraternal, de que ellos actúan en la idea del Evangelio: "Somos siervos inútiles: hemos hecho lo que teníamos obligación de hacer." (Le. 17,10).

Reconoced, que Vosotros habéis menoscabado mucho a nuestros Hermanos, quienes, careciendo de posibilidades para obtener públicamente su consagra­ción sacerdotal debido a las persecusiones, igual­mente eligieron la senda del sacerdocio. A esos Hermanos nuestros les expresamos nuestra cordial palabra: "Sentios siempre íntimos miembros de nuestra familia eclesiástica", y Vosotros, pedid perdón a Dios y a los Hermanos menoscabados, entonces nosotros habremos de creer que vuestro intento de unidad es sincero.

(Dos obispos exiliados):

Tenemos dos obispos exiliados: S.E. el Obispo J. Steponavičius en Žagare y S.E. el Obispo V. Sladkevi­čius en N. Radviliškis. Cuantos sacerdotes sufrieron en los lager, regresaron sin quedar quebrantados y se incorporaron en la labor pastoral. Los últimos presos:

(Numerosos sacerdotes lituanos calumniados):

El P. Šeškevičius, el P. Bubnys, el P. Zdebskis defendieron con entereza las almas de los niños y la libertad de la fe en los tribunales. En Lituania hay gran cantidad de sacerdotes calumniados en los periódicos, sancionados con multas de dinero, a los cuales se les retiraron los certificados de trabajo, — todos ellos, según la terminología ateísta, son reaccio­narios, y según Vosotros — dignos de condena. Empero, también Vosotros aprovecháis el fruto de su trabajo y su sacrificio. Por ejemplo, el 1966 el subrogante del presidente del Comité Ejecutivo del raion de Anykščiai, Zulonas, convocó a los sacerdotes del raion, y prohibió los oficios religiosos de bendición de los niños el jueves de la octava de Corpus Christi, empero los sacerdotes no le obedecieron. Al año siguiente volvió a prohibirlo, pero los sacerdotes volvieron a bendecir a los niños. Los años subsi­guientes fueron tranquilos. Ahora, también Vosotros bendecís a los niños tranquilamente, sin embargo sabed, que por ello se luchó, y alguien recibió el mote de sacerdote reaccionario.

(Los laicos suministraron libros de oraciones):

Ahora hay laicos detenidos y sumariados. Ellos nos suministraban libros de oraciones, catecismos y literatura religiosa. ¿Acaso también los acusaréis de vanagloria irrefrenable? ¿Acaso vuestros fieles no rezan de sus libros de oraciones, o sus hijos no aprenden de sus catecismos? Rechazad su labor — y las parroquias grandes quedarán con apenas varios libros de oraciones, y absolutamente sin catecismos. Por esos laicos ruegan muchos, se conduelen de ellos — no los vais a condenar.

(El fallecimiento de los Obispos Reinys y Borisevicius en los lager):

    Recordemos el fallecimiento en los lager de los Obispos Reinys y Borisevicius — así como de otros sacerdotes más.

Nosotros honramos a los santos mártires, que engalanan la historia de la Iglesia. Debemos inclinar nuestras frentes ante la fortaleza, el valor y el sacrificio, aprender de ellos y seguir su ejemplo. Inclinemos las frentes ante los fuertes de nuestros días. Ellos no traicionan ni destruyen la Iglesia de Cristo. No envidiemos el honor que se les otorga, pues dicho honor nos toca a todos nosotros, que osamos oponer la grandeza del espíritu frente al gigantesco poderío. Menguada es la nación que desprecia a sus héroes. Tal nación no puede existir. Solamente los extranjeros, hablando en su nombre, podrían hacerlo así. Entonces ¿por qué ello debe suceder en la Iglesia de Cristo?

Vosotros escribisteis: "No daría tanta indignación, que esa división partiera del lado de los ateístas, ¿pero cómo justificas la división entre nosotros?

(La Seguridad propone que los sacerdotes sean sus colaboradores):

Observemos la realidad con los ojos abiertos. A casi todos los sacerdotes, los agentes de la Seguridad, de manera insistente, con amenazas, propusieron que fueran sus colaboradores. Se conocen las funciones de ese colaboracionismo — informar que dicen los sacerdotes, que planean, que hacen, cuales son las predisposiciones de los sacerdotes y los fieles, etc. Siguen cometidos más concretos y gradualmente se llega al extremo que deben ejecutar todos las mandatos de la Seguridad, hasta el de escribir cartas como las habéis escrito Vosotros. Si trabajáis para la Seguridad os será garantizada una parroquia grande, la condescendencia de las autoridades y el renombre de sacerdote que entiende perfectamente el espíritu de los tiempos. ¿Y si no colaboráis? Innumerables amenazas, airados y mentirosos artículos en los periódicos, retiro del certificado de trabajo, trabajo obligatorio en las turberas, desecación de terrenos, la construcción, una minúscula parroquia arrinconada y el mote de reaccionario.

 

(Los de la Seguridad dividen a los sacerdotes):

Nos dividieron y mantienen esa división la acción de los agentes de la Seguridad. Pero ello no es el principal motivo de la división. Para nuestra alegría y suerte, numerosos sacerdotes han rechazado esos asqueantes ofrecimientos, que no condicen con el espíritu de Cristo, y no han traicionado ni a sí mismos, ni a los sacerdotes, ni a la Iglesia.

El motivo principal de la división ha sido y es la debilidad, el temor, la ingenuidad y el carrerismo de ciertos sacerdotes. Algunos se amedentraron por las amenazas, otros creyeron ingenuamente en el cuento de los de la Seguridad, de que así sería mejor para ellos y para la Iglesia. Y algunos otros, para nuestra vergüenza, se inclinaron por la senda del carrerismo, pretendiendo obtener y mantener altos puestos. El primer sacerdote miedoso, que firmara el convenio de colaboración con los de la Seguridad, asestó el primero y más significativo golpe contra nuestra unidad. Ninguna traición y colaboración con el enemigo, jamás ha creado la unidad. Los sacerdotes reclutados por la Seguridad, la más profunda herida de la unidad, obligó a los demás sacerdotes, a advertir a sus compañeros, que no es posible confiar en dichos sacerdotes. Es nuestra más dolorosa derrota.

Se podría justificar a aquellos que, silenciosa aunque sin sentido, sufren por tal situación suya, pero no se puede justificar a aquellos otros, que se enorgullecen de esa su traición.

(Los sacerdotes carreristas):

¿Acaso no existieron ni existen esos dolorosos hechos, cuando un sacerdote elige un mejor lugar, tratando con el Delegado del Soviet de Asuntos

Religiosos? Al Obispo le queda solamente el confir­mar "la designación". ¿De dónde aparecieron los "inamovibles", a quienes no se les puede trasladar a parroquias más pequeñas? Seguro que no del seno de los activos.

(El sacerdote protegido por el gobierno — vergüenza de todos):

Nosotros manifestamos firmemente, que toda indicación del gobierno civil para designar este u otro sacerdote a una parroquia, es una ilegal limitación de los derechos episcopales. Ningún sacerdote debe consentirlo o aprovecharlo. Todo sacerdote protegido y apoyado por el gobierno civil es nuestra vergüenza, desgracia y divisor de la unidad.

(Los sacerdotes no deben ser mudos testigos de una Iglesia agonizante):

Entonces ¿qué nos queda por hacer, Hermanos? Liberarnos a cualquier precio de la protección y cooperación de la Seguridad. Creer que ellos desean el bien para la Iglesia — sería más que ingenuidad. Hay que renunciar a los privilegios obtenidos por el camino de la traición y no destruir la Iglesia con propias manos. No formaremos en las filas de los esclavos. Respetando a todos los párrocos de las ciudades y de las parroquias grandes y pequeñas, la mayoría de los cuales son buenos dirigentes de la Iglesia, nosotros os invitamos a amar la libertad, anhelarla, buscarla, sufrir por ella. Nosotros no seremos mudos testigos de una Iglesia agonizante, sino luchadores por la libertad de la Iglesia. Nosotros no luchamos contra el orden establecido, sino contra la arbitrariedad; no exigimos nada más, excepto aquello que nos corresponde plenamente según el derecho natural, la Constitución y la Declara­ción de los Derechos Humanos. Vosotros os halláis en la poderosa influencia de los ateístas y los de la Seguridad, que gustan de pronosticar muy sombríamente el porvenir de la Iglesia, si con ellos no se mantiene colaboración y condescendencia. No nos preocupemos del porvenir, pues su Gobernante es Dios. Las Sagradas Escrituras nos consuelan: "La gente pasa, pero la verdad de Dios queda eterna­mente".

Vosotros escribís, que faltan candidatos para el Seminario, que este año se realizó una más rigurosa selección de candidatos. ¿No cabría asumir bastante culpa para aquellos que, "comprendiendo perfecta­mente el espíritu de los tiempos", apartaron a los ayudantes del altar, a los niños de las procesiones, temen encontrarse con los niños, esperando hasta que cumplan 18 años? ¿Acaso no pueden hallarse más vocaciones en aquellos que participan activamente en los oficios religiosos?

(Se rechazan los mejores candidatos del Seminario):

Este año faltaron candidatos, a causa de que no todos los candidatos fueron aceptados. Fueron recha­zados los mejores candidatos, infringiendo el derecho del hombre de elegir libremente su profesión. ¿Quién lo hizo? — El gobierno civil, que proclama al mundo, que los candidatos son seleccionados libremente por el rector del Seminario. ¿Qué culpa tienen en esto los "sacerdotes reaccionarios" y el Seminario Eclesiástico clandestino, que probablemente existen solamente en vuestra imaginación? Podemos afirmarlo, — si en el futuro la opresión de la Iglesia provoca la necesidad de tener un Seminario Eclesiástico clandestino, será dirigido por sacerdotes serios. También ello será obra de Dios, dado que sin su llamado no habrá de aparecer ninguna vocación para tal Seminario.

(Un buen sacerdote no puede enrolarse en la mentira propagandística):

    Vuestro reiterado pedido, de que un Obispo hable desde el Vaticano según las ideas de Vuestra carta, es muy rastrero. ¿Acaso un buen sacerdote puede sugerir al Obispo que este se incorpore en la mentira propagandística, para que la opresión quede encu­bierta por el frustrado vestidito de la libertad? Con qué áspera disonancia resonarían las ideas de Vuestra carta, después de las serias, objetivas y libres palabras del Cardenal Slypij.

Muchas veces somos azotados, empero sintamos nuestra grandeza. El esclavo, que llega a amar sus cadenas, no puede llamarse verdadero hombre, cuanto más el sacerdote de Cristo. (Esta respuesta ha sido abreviada. La Red.)

(Respuesta de los sacerdotes de la diócesis de Panevėžys):

2a. respuesta

Basándonos en las aseveraciones de la prensa soviética, de que detrás de cada anónimo se oculta o un cobarde o una persona de conciencia turbia, eso mismo podría decirse al leer la carta anónima dirigida al Obispo Labukas y otros Obispos y Admi­nistradores.

 

(El anónimo — obra de los de la Seguridad):

Casi no cabe dudar, que ello no es obra de los sacerdotes, sino una arenga de los funcionarios de la Seguridad dicha por boca de los sacerdotes. Hasta condescendiendo, que esta carta haya sido escrita por varios sacerdotes, la conclusión es la misma — en esos sacerdotes ya no queda nada de sacerdotal. Tal sacerdote puede usar sotana, puede oficiar Misa, pero ello será como en un escenario teatral.

El verdadero sacerdote de Cristo sabe, que está llamado a actuar de tal modo, que "todos sean uno" (Juan, 17,21), empero ese "uno" exige no desviarse de Cristo, sino amarlo aún más, no renunciar a la verdad, sino amarla y defenderla.

¿Cómo se puede amar a la verdad, a la que tanto anheló Cristo, si (de parte del gobierno) se la pretende alcanzar con la discriminación de los creyentes, la coacción, las burlas y las persecusiones, despojando a los creyentes de los más elementales derechos humanos?

Ningún sacerdote, o el común ciudadano del Estado no fué ni será reaccionario, si el Estado respeta y cuida la garantía dada a todo ciudadano. "Por ley se garantiza a los ciudadanos de la URSS:

a) libertad de palabra;

b) libertad de prensa;

c) libertad de reunión y manifestación;

d)       libertad de marcha pública y demostraciones".
(Art. 125 de la Constitución).

(Los sacerdotes son juzgados por propalar las enseñanzas de Cristo):

Aunque el Estado no respeta sus ofrecidas garantí­as, empero ningún sacerdote incitó a la gente: "¡Aborreced a los comunistas, a causa de que son comunistas!" Los conflictos han surgido a causa de que aquellos, que en nombre del Estado han prometi­do respetar los derechos de los ciudadanos, las limitan groseramente y se mofan de los creyentes. Los sacerdotes no fueron juzgados por otra cosa, sino porque con celo anunciaban las enseñanzas de Cristo. Esto no lo hacían en las calles o en las plazas, sino en las iglesias. Si el anónimo procura pasar en silencio por las causas judiciales del P. Šeškevičius, el P. Zdebskis y el P. Bubnys y si considera a estas causas una manifestación normal de la vida, entonces no cabe dudar de qué sacerdocio se ha engalanado.

(El gobierno no dio ni un rublo para la restaruación de iglesias):

El anónimo tendría derecho a hablar sobre algunas iglesias restauradas recién cuando ellas hubieran sido reconstruidas con fondos y obreros estatales. No se ha escuchado, que el gobierno haya destinado por lo menos un solo rublo del erario estatal para la reconstrucción de esas iglesias. Todo se ha realizado gracias al pueblo creyente y los sacer­dotes sacrificados, que pasaron sus via — crucis por las dependencias estatales. No fueron gente enviada por el gobierno, ni sus colaboradores organizados, quienes descargaron los ladrillos de los vagones para la construcción de la iglesia de Klaipeda, sino aquellos voluntarios, que amaban a Dios, en cuyos corazones todavía ardía la llamita de la humanidad y el reconocimiento de los valores espirituales y nacio­nales. Más tarde ese pueblo no fué engañado por los sacerdotes, sino por los funcionarios gubernamen­tales, que impidieron al pueblo creyente congregarse para orar en el santuario erigido por sus propias manos, sus donaciones y su sudor.

Tal vez el anónimo qusiera justificarse, porque los sacerdotes, que dirigieron la construcción de la iglesia de Klaipeda, cometieron ciertas infracciones. Tal vez. Pero estas surgieron no por culpa de los sacerdotes, sino por la imperfección del orden establecido. Si en los negocios de venta hubiera bastante de todo, nadie buscaría "en algún otro lado" el detalle requerido.

(No se quiere escuchar como es destruida la Iglesia de Lituania):

El anónimo no quiere escuchar ni ver, como en Lituania es destruida la Iglesia Católica. El desearía representar solamente a aquellos, que por sí mismos fueran sus enemigos y les manifestaran: "Dénos una soga y nosotros mismos nos ahorcaremos, para que nadie sepa, que vosotros nos queréis ahorcar, para que no caiga sobre vosotros tal deshonor". El preferiría callar siempre, aunque a la Iglesia y a los creyentes les fueran cometidos los mayores daños. Empero ellos clamarán con toda su voz, cuando algún "progresista" del exterior sea encarcelado. Entonces participarán en mítines, hablarán sobre la represión de la libertad en los países capitalistas, pero no pronunciarán ni tan solo una palabra, cuando los derechos humanos naturales, divinos y garantizados por la misma Constitución, sean brutalmente pisotea­dos ante su propia presencia.

Crónica de la Iglesia Católica de Lituania no es una novela, donde se puede permitir el deambular de la fantasía. Son hechos desnudos, y contra los hechos resultan impotentes las más hermosas palabras de la mentira. Si no hubiera hechos relatados en "Cróni­ca", no existiría la misma "Crónica", pues ellos no pretenden calumniar ni enlodar a nadie, sino demos­trar la realidad de la vida.

(Si existe un museo del ateísmo, ¿donde está el eclesiástico?):

El anónimo quisiera disimularse, en que actual­mente las iglesias son más engalanadas. Para un verdadero sacerdote de Cristo, le resulta poco que su iglesia sea hermosa. El desea, que la iglesia se llene de gente viviente, creyente, especialmente de juventud. Claro que las iglesias confiscadas son restauradas por el gobierno, pero este no devolvió ninguna de ellas a los creyentes, sino que las convirtió en museos, salas de concierto. Tal vez el anónimo quisiera alegrarse por la iglesia de San Casimiro de Vilnius, que, en verdad, ha sido restaurada bastante bien en el aspecto artístico, pero está denigrada, convertida en museo del ateísmo. Si fué permitido crear un museo del ateísmo, ¿dónde existe en Lituania un museo eclesiás­tico? Un verdadero sacerdote desea, que la libertad de conciencia, garantizada por la Constitución, no lo sea en el papel. Ningún sacerdote concurrió y permane­ció frente a las puertas de la escuela, observando qué alumnos entraban en ella. Mientras tanto, los maestros-ateístas, se atreven a pararse ante las puertas del atrio o las puertas de la iglesia y anotar los nombres de los alumnos que concurren a la iglesia, para después terrorizarlos en las clases, disminuirles la clasificación en conducta, fijar en los periódicos murales las caricaturas de los alumnos creyentes, llamar a los padres a la escuela o a la oficina del koljose y amenazarlos con quitarles campo de pastoreo, no facilitarles caballos para sembrar papas, por el único motivo de que sus hijos asisten a la iglesia.

No fué "Crónica", ni fueron ciertos sacerdotes reaccionarios quienes provocaron las sanciones gu­bernamentales contra los sacerdotes y las refacciones de las iglesias. Esas represiones existieron todo el tiempo y siguen persistiendo, sólo que el anónimo procura convencer, que se debe dormitar cuando el lobo destroza a las ovejas. Quien así habla, se manifiesta de qué corral es.

Lo que garantiza al hombre el derecho natural y la Constitución, por consiguiente es lícito y permitible. Pero, ¿cómo es entre nosotros? Deseas reparar la iglesia — pide autorización, quieres celebrar las fiestas patronales e invitar más sacerdotes — pídelo. Si la Constitución reconoce la libertad de conciencia y la libertad de practicar cultos religiosos, ¿para que dichas autorizaciones? Ello recuerda la vida en los lager, cuando un reo criminal le quita a un reo político sus anteojos y le dice: "¡Si quieres tener los anteojos, si deseas ver por donde caminas, cómprate­los de mí!" El pobre preso compra sus propios anteojos del asaltante y resulta culpable, por haber sido impotente para defenderse.

(No existiría Crónica de la ICL, si no hubieran hechos verídicos):

Crónica de la ICL en realidad no representaría ni a la Iglesia de nuestro país, ni a ninguna diócesis, ni a ninguna persona, si las crónicas que publica no fueran el camino cuotidiano de la Iglesia Católica en Lituania. "Crónica" ciertamente moriría de inani­ción, si careciera del menor hecho cierto. Mientras tanto, nadie puede negar la veracidad de los hechos que describe.

(Se impide la actuación autónoma del Seminario Eclesiástico):

El Seminario Eclesiástico seguramente que no se quejaría por la falta de candidatos, si el gobierno de la Iglesia pudiera actuar en él autónomamente. No fué la dirección de la Iglesia y no es de ahora que "despidió" de las funciones docentes a sacerdotes calificados, que para ello estaban preparados con atributos docentes y espirituales. Los echaron a rincones de provincia, para que no tuvieran ninguna relación con el Seminario.

No cabe sorprenderse si, al provocar el gobierno diversos obstáculos para que los jóvenes en forma directa pudieran alcanzar el sacerdocio, ellos valiente y decididamente busquen alcanzar su fin por otro camino y servir a su pueblo.

(A los extranjeros se les oculta el Seminario):

Que nadie le impida a la juventud asistir a la iglesia, confraternizar con los sacerdotes, obtener la necesaria información sobre los sacerdotes y el Seminario, utilizar la literatura religiosa, y entonces en nuestro país habrá suficientes corazones ofrenda­dos a Cristo.

Que nadie le oculte el Seminario Eclesiástico a los extranjeros, a quienes se les miente descarada­mente, que cualquier jóven puede ingresar en el Seminario. ¿Por qué no se aceptan en el Seminario los que no han cumplido el servicio militar ni los que proceden de estudios superiores? ¿Por qué al jóven, deseoso de ingresar al Seminario, se procura con­vencer en contrario, sin avergonzarse hasta de calumniar? o chantajear? ¿Por qué a un jóven tal, frecuentemente lo llama el jefe del grado, el director del colegio y, especialmente preocupados, los de la

Seguridad? ¿Por qué algunos profesores o directores de colegio no tienen vergüenza de decir a tal jóven: "Mejor sería que mataras a un hombre, o que te conviertas en borracho o ladrón, pero no en sacer­dote"? ¿Por qué la dirección del colegio y los funcionarios de la Seguridad no le dicen la menor palabra en contra a ese jóven, que ingresa a los Institutos de Medicina o Politécnica? Pues el Semina­rio Eclesiástico no es una escuela básica, sino una institución educacional que actúa públicamente, cuyo ordenamiento y materias de enseñanza conoce perfectamente el Delegado del Soviet de Asuntos Religiosos.

(Un país católico no posee ni un periódico católico):

¿Acaso el anónimo puede considerar expresión normal, el que un país católico no posea ni tan solo un periódico católico? ¿Acaso puede conformarlo uno que otro libro de oraciones, que fuera editado hace 30 años, pero no adaptado a los necesidades actuales del hombre? ¿Y donde están los catecismos?

¿Donde está la libertad de los obispos para actuar autónomamente en sus diócesis? El año pasado nuestro Obispo R. Krikščiūnas por no querer com­prometer a ajenos, revocó la administración del Sacramento de la Confirmación en Obeliai, Alanta y Joniškėlis. Esto lo hizo obligado por el gobierno.

Si a Vosotros, anónimos, todos estos hechos no os dicen nada o los consideráis normales en el plano entre la Iglesia y el Estado, entonces Vuestro nombre nos resulta conocido. Vosotros no sois del corral, por el que presuntamente os preocupáis.

Cristo dice claramente: "Las mías me conocen a mí" (Juan 10,14). ¿Pero, tal vez, la palabra de Cristo ya no os dice nada? Entonces recordad las palabras de Karl Marx: "Si quieres convertirte en un animal, claro que es posible, desentendiéndote de los sufri­mientos humanos y preocupándote por tu propia piel" (C. Marx y F. Engels, "Escritos", t.31, pág. 454).

 

El anónimo desea sumamente, que el Obispo J. Labukas se pronuncie por Radio Vaticano. Si el Obispo pudiera, libremente y con todos los detalles, mostrar al mundo la situación de la Iglesia Católica de Lituania, que vía crucis está transitando, entonces el mundo conocería tamañas cosas, de las cuales ninguna "Crónica" no ha descubierto ni la centésima parte.

Sea quien fueres, anónimo, o un sacerdote, que ha cerrado sus ojos a los hechos de la vida y a la verdad divina, o una persona del gobierno, hablando por boca del sacerdote y deseoso de provocar la desconfianza y la sospecha entre los sacerdotes, no olvides, que de parte de la Iglesia se halla la Verdad eterna — Cristo y la decisión provocada por la realidad dolorosa de estos días — amar todavía más a Dios y con mayor tenacidad trabajar en la Iglesia de Cristo.

Sacerdotes de la diócesis de Panevezys Octubre de 1974.

(Respuesta resumida. — La Red.)

INFORMACIÓN DE CRÓNICA DE LA ICL

Crónica de la ICL agradece a todos los colabora­dores conocidos y desconocidos y, especialmente a aquellos, quienes, interrogados por la Seguridad, no desvirtuaron la veracidad de los hechos de Crónica de la ICL.

Crónica de la ICL solicita a todos que sigan colaborando activamente en su edición así como en su difusión. Al enviar material para Crónica de la ICL, se debe escribir muy fidedigna y claramente las denominaciones de las localidades, los apellidos, las fechas, etc.

Crónica de la ICL pide disculpas a aquellos, cuyo material enviado no pudo incluir en sus páginas, y recuerda, que también en el futuro no será utilizado material no concreto, confusamente escrito o de dudoso valor.

¡Crónica de la ICL necesita solamente hechos!