El 8 de agosto de 1981 a las 20 hs. dos asesinos apuñalearon mortalmente al cura párroco de Pamu-sis Leonas Mazeika y a su ama de llaves la Hermana religiosa Tekle Martinaityte. Tras el asesinato del sacerdote, los delincuentes se retiraron sin llevarse nada. Llegados los milicianos no se apresuraron en la búsqueda de los criminales, sino que se pusieron a examinar cajones y contar el dinero. El párroco falleció en el trayecto al hospital: le habían perforado los intestinos, mientras que su ama de llaves falleció en el hospital.

El sepelio había sido previsto para el miércoles, pero repentinamente, por orden del Obispo, fué adelantado para el martes. Los oradores se refirieron de un modo tal, que alguien que ignorase la verdad podría creer que el R. P. Mazeika no había sido asesinado, sino que murió de muerte natural. Participaron en el sepelio unos 100 sacerdotes. Terminado el sepelio, se formó una larguísima fila desde la iglesia hasta la casa parroquial: la gente deseaba ver aunque por un instante ese mar de sangre en el que se apagó la vida del sacerdote.

En "Gimtasis krastas" (El País nativo) en el artículo "A los criminales según la ley" (3-IX-1981) se lloriquea que las radioemisoras del exterior calum­nian a los órganos soviéticos de justicia, argumentando que no buscarían a los criminales que habrían agraviado a los sacerdotes.

Seguidamente se publica en el artículo que han sido detenidos los asesinos del cura párroco de Luoke

R. P. Leonas Šapoka: Jonas Sabaliauskas, domiciliado en el raion de Skuodas; Adomas Lukšas, dom. en Kapsukas y Danielius Mockevičius, dom. en el raion de Raseiniai.

También se menciona brevemente la detención de los asesinos del cura párroco de Pamūšis R. P. Leonas Mažeika y de su ama de llaves Tekle Martinaityte: Adolfas Kazlauskas y Ona Baltramiejuniene. Los asesinos recibirán su merecido.

En Lituania nadie cree que los asesinos detenidos hayan obrado por iniciativa propia, sino que todos susurran en voz baja: es una venganza de la KGB.

Tanto el R. P. Leonas Sapoka, cuanto el R. P. Leonas Mažeika, en su momento se habían enredado en la telaraña de la KGB y, según parece, trataron de zafarse de ella.

Ciertas circunstancias de los asesinatos permiten hacer esta clase de conjeturas.

Los asesinos, cual sintiéndose fuertemente respal­dados, se manifestaron muy osadamente: se presen­taron en horas diurnas; encontrándose con un anciano que cortaba leña en el patio, no le prestaron la menor atención. Si a los delincuentes les hubiera importado el dinero, hubieran podido entrar cual­quier noche, puesto que el párroco estaba frecuente­mente ausente, sino que permanecieron aguardando durante varios días hasta la llegada del sacerdote, que regresó de un encuentro con visitantes de los EEUU.

Aunque en el programa de la teleivisión "Akira­tis" (El Horizonte) del 5 de septiembre de 1981, el corresponsal Stuina asegurara que los delincuentes eran tentados a las casas parroquiales por el dinero de los párrocos, empero, tanto en uno como en otro caso a los delincuentes no les interesó el dinero, puesto que no lo tocaron.

Es muy posible, que las circunstancias más importantes de los asesinatos jamás serán esclarecidas, pero ahora resulta asaz evidente que no fué por casualidad que en 1970 se quemaron tres iglesias en Lituania: en Sangrūda, Batakiai y Gaure, que no por casualidad fueron asesinados sacerdotes de similar destino, que no por casualidad es profanado el Smo. Sacramento en muchas iglesias de Lituania.

Los sacerdotes-colaboradores de la KGB, arrojan la totalidad de la culpa sobre los sacerdotes activos, pues según ellos su actividad ha atraído el terrorismo de los ateos contra las iglesias y los sacerdotes. ¿Podría ser que en esta afirmación hubiera algo de verdad? ¿Tal vez por medio de este terrorismo es que se pretende obligar a los sacerdotes-colaboradores de la KGB al cumplimiento fiel de sus obligaciones, al mantenimiento de los creyentes en una atmósfera de temor y obligar a los sacerdotes activos a cesar de luchar por los derechos de los creyentes? Ahora resulta por demás evidente que no se logrará atemorizar por el terror a los sacerdotes activos, mientras que los sacerdotes-colaboradores de la KGB han comenzado a atacar más activamente a aquellos otros sacerdotes que no fueron "a cosechar con el diablo".

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Entre el 22 de junio y el 6 de julio de 1981, en Kaunas, Panemune, fué juzgado un grupo de 10 criminales que habían asaltado y lesionado a los sacerdotes: Vytautas Užkuraitis y Antanas Bitvinskas. En momentos del asalto, una mujer ocasional memorizó el número de la patente de una máquina sospechosa estacionada frente al atrio de Griškabūdis, lo cual contribuyó a identificar a los delincuentes.

Los asaltantes son juzgados, pero el terrorismo sigue asolando.

El día 29 de octubre de 1980, a las 21 hs., el R. P. Antanas Jurgaitis, cura párroco de la iglesia de Ylakiai (raion Skuodas) fué llamado por un enfermo. Al presentarse en la iglesia para tomar el Smo. Sacramento, encontró abiertas las puertas del templo. Ante el umbral le cortaron el paso tres hombres.

— ¿Cómo os encontráis aquí y quién os abrió la puerta? — exclamó sorprendido el párroco.

—        Somos visitantes, y a los visitantes no se le pregunta. Dinos donde esconde las crónicas el Padre Klemensas Arlauskas (emérito de Ylakiai)?

 — Jamás he visto ninguna crónica en lo del P. Arlauskas, — les respondió el párroco Jurgaitis.

 — También nosotros las buscamos, pero no las encontramos. No menciones a nadie sobre nuestro encuentro. Sino te puede ir muy mal, dado que pertenecemos a una gran organización.

El 7 de noviembre volvieron a presentarse esos mismos, indicando que debía depositar una gruesa suma de dinero en un lugar señalado.

El 2 de febrero de 1981 tres hombres acometieron contra el R. P. Antanas Jurgaitis en el atrio para advertirle:

—        Vendrá a verte una mujer, te dirá una contra­seña, le entregarás el dinero, pero no intentes mencionarle a alguien sobre nuestra entrevista porque entonces serás clavado en esta columna (la que sostenía una cruz).

¿Quién, en medio de esta vorágine de criminali­dad, podrá diferenciar a los criminales comunes, de los homicidas posiblemente pagados?

Sea como fuere, ¡los sacerdotes deben persistir y ellos persisitrán!