(Cumplida la pena sigue siendo sancionado):

El P. A. Šeškevičius, por la enseñanza religiosa de los niños, el 9-IX-1970 fué condenado por el tribunal popular de Molėtai a un año de prisión en un campamento de régimen riguroso. Al terminar su condena el 9-IX-1971, se dirigió al administrador de la diócesis de Kaišiadoris solicitando se le designara en una parroquia. El delegado del SAR se negó a concederle el certificado de registración y le ordenó trabajar en otra labor especializada, motivando que no se había mantenido dentro de las leyes soviéticas. Entonces el P. Šeškevičius se dirigió al presidente del Soviet de Ministros de la RSSL:

"Si había delinquido contra las leyes soviéticas, entonces ya he cumplido la condena aplicada y hasta obtuve una excelente estipulación. Además, al libe­rárseme no fueron limitados mis derechos, entonces ¿por qué sin ningún juicio previo estoy siendo condenado nuevamente, y hasta por toda la existen­cia? Los tiranos más grandes, al condenar a la gente, estipulan el artículo de la ley y el término de la condena así como la institución de apelación. Solamente a mí se me niega el saberlo. ¿Acaso existe en el mundo Estado tal, donde se permita compor­tarse así con sus gobernados? ¿Cómo conformar esto con la declaración de los derechos humanos, que fuera firmada también por la Unión Soviética? . . .

La prohibición de cumplir las obligaciones sacer­dotales me impulsa al delito, puesto que igualmente sigo siendo sacerdote, y tendré que cumplir por lo menos algunas obligaciones sacerdotales, y ello será considerado por el Estado trabajo ilegal, y nueva­mente me esperará la cárcel."

El P. Šeškevičius no recibió respuesta a su requerimiento. Entonces se dirigió al procurador de la RSSL, pero tampoco recibió respuesta de esta repartición. Con la esperanza casi perdida, el P. Šeškevičius se dirigió al procurador general de la URSS, al comité de defensa de los derechos humanos del científico Sakharov, estuvo dos veces en el soviet de Asuntos Religiosos y habló con sus altos funciona­rios. Finalmente se le prometió darle un trabajo en la diócesis de Teisiai.

De tal modo, hasta habiendo cumplido una inmerecida condena, el P. Šeškevičius estuvo siendo discriminado todavía durante un semestre. El gobier­no soviético procuró quebrantar al sacerdote, y atemorizar a otros, para que, llenos de temor, no cumplieran la voluntad de Dios, sino la suya.

Para alegría de los creyentes de Lituania, todavía existen muchos dirigentes espirituales fieles a su llamado, que se determinan a ofrendar cualquier sacrificio para el bien de las almas y la expansión del Reino de Cristo.